"Lo que no quiero es que se me escape nada". Cristina García Rodero hierve con la cámara al cuello. Mientras atiende con amabilidad a las preguntas no pierde ojo a lo que ocurre a su alrededor; en este caso la romería del Voto de Villarrín de Campos a la Virgen del Templo en Pajares de la Lampreana. Ha sido su último trabajo en la provincia de Zamora, donde a lo largo de una trayectoria de más de cuatro décadas ha fotografiado fiestas y tradiciones, uno de los objetivos de su brillante obra. Se estrenó en Zamora con la Semana Santa de Bercianos de Aliste, cuando ver una cámara entre los cofrades vestidos con la mortaja era una rareza, y siguió con las mascaradas. Sarracín, Abejera, Riofrío, Montamarta, Sanzoles.... "En Sarracín estuve esperando años a que se recuperaran" recuerda. Cita la boda de carnaval de Toro, las águedas -"estupendas"-, los nazarenos de Fuentesaúco, los penitentes de Villarrín, los encierros de Fermoselle o el toro enmaromado de Benavente.

Pero esta mujer menuda, atenta, cercana y muy curiosa es insaciable con el objetivo. "Habla como si hiciera fotos" ha dicho de ella el periodista Juan Cruz. Y es verdad. Aunque se confiesa tímida y nada amiga de las entrevistas, es preguntarle sobre lo suyo y la fotógrafa rompe a hablar con absoluto apasionamiento. España, la gente, el agua, la boca abierta, el cielo, la tierra, la India, América, Cuba, Zamora, los carnavales... El rosario de registros es inagotable en esta fotógrafa genuina, que necesita estar cerca "física y mentalmente" de lo que hace y, en la medida de lo posible, sin molestar.

-Ha vuelto a Zamora, esta vez para fotografiar la procesión del Voto de Villarrín de Campos a la Virgen del Templo ¿Qué atractivos encuentra en esta provincia para su obra fotográfica?

-Empecé casi el trabajo de las fiestas y de las tradiciones por la Semana Santa de Bercianos de Aliste, gracias a unas imágenes que vi. Y esta provincia la conozco bien porque tiene mucha tradición. Yo siempre digo que la línea que está cerca de Portugal, todo lo que fue la Ruta de la Plata, es la zona más interesante para mí de España porque ha sabido conservar las tradiciones. La provincias de Zamora, Orense, Huelva, Cáceres? Todo ese territorio lo conozco bien.

-¿Es la singularidad de la Raya lo que le suscita esa curiosidad?

-No especialmente el límite sino las provincias que están hacia el oeste. A Zamora he venido muchas veces y cuando hemos estado en Villarrín de Campos en Semana Santa, para la procesión de La Carrera (Jueves Santo) nos hablaron de esta romería (en referencia al Voto de la Virgen del Templo) y me interesó mucho. Cuanto más en el campo se desarrolle más me interesa porque hay menos elementos que molestan para un fotógrafo. Además pienso que se conservan muy pocas tradiciones como ésta.

-¿Qué le llama la atención de la romería de Villarrín de Campos?

-Yo hago mucho trabajo para archivo. Voy buscando particularidades y el hecho de que participen peregrinos penitentes caminando por el campo es muy singular. En Molina de Aragón han recuperado otra fiesta que se había perdido, con ciertas similitudes. Transcurre también por el campo y los niños visten capirotes como en Semana Santa, pero con la cara descubierta y enaguas blancas. Es curioso, pero en los años 20 y 30 se cubrían fotográficamente cosas que no ves ahora, había más interés. Después de la Guerra Civil se produce una laguna, desaparecieron historias porque se trastocó todo.

-Que no esté masificada desde el punto de vista fotográfico se supone que es también un aliciente...

-Desde luego, porque se ha masificado tanto el mundo de la imagen y la fotografía que ya es difícil encontrar tradiciones todavía tan "desconocidas" para el atractivo de la cámara.

-Bercianos de Aliste o las mascaradas de invierno son un ejemplo en Zamora de ese creciente magnetismo, cada vez con más objetivos. Notará la diferencia con lo que usted vivió hace décadas y otros fotógrafos que la precedieron como Sanz Lobato.

-Claro, había fotógrafos de la Escuela de Madrid, me imagino que otros también, pero el referente que tengo es la Escuela de Madrid con Masats, Sanz Lobato, Vielba, Cantero? Ellos iban por los pueblos, y lo que les unía en esa época eran las asociaciones fotográficas. No tenían apenas medios y hacían viajes para ir a los pueblos a trabajar conjuntamente. Cuando se enteraban de que algo merecía la pena pues se invitaban e iban, por hacer obra también.

-¿Echa de menos aquello o es más estimulante la competencia de ahora con los fotógrafos muchas veces a codazos en busca de una imagen?

-Ahora es un sitio, un sitio, un sitio. Todo ha cambiado mucho con los móviles, las tarjetas, la propia afición que se ha creado por la fotografía y también los medios económicos, porque antes tener una cámara era un esfuerzo muy grande y ahora cualquiera puede disponer de un teléfono con una cámara. Se nota que la gente tiene deseo de descubrir cosas pero, claro, a veces es plaga. Muchas veces no se puede hablar de interés sino de una plaga que se mueve donde van otros.

-¿Queda espacio para esa fotografía de lo cotidiano, de las personas, del alma que usted siempre ha buscado, porque pareciera que ya no hay nada por descubrir?

-Al contrario, quedan cosas por descubrir, por ejemplo ésta (en referencia a la romería del Voto de Villarrín). Venimos de Cáceres, del pueblo de Almoharín, donde hay una fiesta muy singular con las mujeres saliendo cubiertas con sábanas, portando calabazas con velas y prácticamente estábamos solos. Es una procesión extraña. Claro que hay todavía cosas por descubrir y también fiestas que se están recuperando. Desde que empecé a trabajar sobre todo me interesan las tradiciones que se han ido recuperando porque para mi son nuevas. Estuve como veintitantos años con las fiestas y tradiciones, y sigo con ello aunque el grueso de mi trabajo lo terminé en el 93. Entonces a veces me asombro porque me hablan de fiestas que yo no vi pero es que se han recuperado, por ejemplo la de Cáceres.

-Tras más de cuarenta años en el oficio sigue al pie del cañón y se desenvuelve con gran soltura, a juzgar por lo que hemos comprobado. ¿No está cansada?

-Llevo 43 años, lo que pasa es que ahora mi interés está en otros lugares. Mucho en la India, sobre la que me gustaría hacer un libro. Pero también en otros puntos del mundo. Donde haya algo que tenga que ver con lo que estoy haciendo pues allá voy, sea España, Asia, África o Europa. Y también trato de terminar los temas en los que estoy trabajando.

-¿Digamos que está cerrando un ciclo?

-Bueno yo no lo llamaría cerrar ciclos, intento terminar. Tengo mis años, todavía puedo correr y mantengo la ilusión, aunque creo que aunque pasen muchos años las ilusiones no me van a faltar. Pero sí, hay que ir cerrando temas.

-¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?

-A la vista lo que tengo más próximo es un trabajo sobre la Fundación Vicente Ferrer con la Caixa, que inauguraremos en septiembre.

-¿El proyecto de la India?

-No, a la India empecé a ir en el 2001 y por eso continúo. Lo que me pasa es que llego a un sitio, me enamoro del espacio y de sus gentes y vuelvo, como ha ocurrido con Villarrín de Campos. La India es difícil pero es muy interesante, suceden cosas por la cantidad de gente, por el colorido... También está ahí el trabajo "Entre el cielo y la tierra", que habla de lo religioso y de lo pagano, de lo natural y lo sobrenatural. He escogido hablar de la religiosidad y del cuerpo porque son dos cosas opuestas pero que forman parte del ser humano. Este trabajo me ha venido casi por lógica, al ir siempre encontrando situaciones religiosas. Y en ello estoy.

-América es otro de sus territorios preferidos, ahí está el trabajo de Cuba...

-El de Cuba también está terminado, llevo desde el 97 trabajando. Y en América maduro la idea de hacer algo a lo largo de todo el continente, desde Canadá hasta Chile. Pero también he trabajado el agua, la Semana Santa o el carnaval. En estos dos temas he intentado no dejar de ir a hacer fotografías pasara lo que pasara en cualquier parte del mundo. Los carnavales están en toda Europa, donde fue el origen, pero ya se han trasladado a Nueva Orleans y otros puntos de América. A todas partes realmente. Aunque no sean países católicos estas fiestas han emergido por importancia o también puede ser por la tradición que han exportaron los conquistadores.

-Es una fuente inagotable de temas y muy diferentes entre sí ¿dónde encuentra la inspiración?

-Sí, son dispares pero es que me los voy encontrando. Los trabajos surgen porque empiezan. Acabo también de terminar "Con la boca abierta" que son 30 años de trabajo y ha sido una revisión de situaciones en las que aparece gente con la boca abierta.

-El mérito es que ha sacado gran partido a un gesto aparentemente normal y usted ha demostrado que tiene cantidad de registros.

-Empecé por intentar hacer el bostezo, que fue lo que inicialmente me llevó, pero después me di cuenta de que la boca abierta era algo infinitamente más rico que el bostezo o el cansancio. Era la expresión del grito, del dolor, de la alegría, de la comida, la sexualidad? Te habla de muchas cosas interesantes. Entonces empiezo con la vida y termino con la muerte a través de distintas situaciones que he ido viviendo; el canto también. Situaciones vitales.

-¿Estar documentado mejora la percepción del objetivo, enriquece la imagen?

-Está claro. Yo lo que hago es investigar dónde hay cosas que puedan ayudarme a continuar con mi trabajo, que puedan aportar cosas interesantes. Con todo lo que he hecho por España me informaba todo lo que podía, lo que pasa es que cuando empecé no había o había muy poco escrito. Yo lo que quiero es trabajar.

-Dice que intenta ser muy respetuosa cuando se pone a hacer fotografías, ¿no cree que se necesita cierto "descaro" en este oficio para conseguir la imagen que se busca?

-Bueno, siempre que puedo soy muy respetuosa. A veces no puedes porque tienes que meterte en mitad de una procesión si quieres hacer la fotografía que buscas. Pero sí, el respeto es fundamental, que es lo que se pierde cuando se hacen masivos los actos y celebraciones.

-Con una trayectoria de trabajo tan libre sorprendió que hiciera las últimas fotos oficiales de los actuales reyes, siendo aún príncipes, con sus hijas en la intimidad de La Zarzuela.

-Bueno eso fue un encargo y tengo que decir que un auténtico placer. He fotografiado poco a personas importantes, siempre he ido hacia lo popular, a la gente en la calle o en el campo. Lo de la familia real me sorprendió porque no he hecho muchos trabajos de encargo en ese sentido y realmente fue un placer trabajar con ellos. También lo hice con los miembros del Tribunal Constitucional. Siempre digo que estaba muerta de miedo por la responsabilidad de fotografiar a doce personas, que son muchas, pero fueron tan serias, tan dedicadas a ello, que no me dieron ningún problema. Igual que la fotografía de Manuel Marín en el Congreso, también realmente un placer porque es una persona con mucho sentido del humor y muy afectuosa.

-Será una sensación muy diferente a esa fotografía de lo cotidiano, tan directa, tan de la calle, de la que usted gusta.

-Sí, pero yo creo que en la vida hay que intentarlo todo. La fotografía es muy rica, tienes muchas posibilidades de hacer cosas diferentes y a mi las etiquetas nunca me han gustado en ningún sentido. Quizás me han etiquetado mucho con la fiesta porque llevo dedicándole muchos años pero de la fotografía me gusta todo.

-En un mundo tan fotografiado y tan global, con pleno dominio de la imagen, ¿dónde está el límite entre una buena foto y una gran fotografía?

-Pues pienso que a veces son pequeños matices. Buenas fotos las pueden hacer muchas personas pero una obra no todo el mundo, porque son años y años de dedicación y un estilo. Temas de esa persona que van con ella y los desarrolla. Eso es lo importante. Porque, insisto, fotos buenas las puede sacar cualquiera y lo ves con los móviles que la gente encuadra muy bien, hace las cosas bien incluso teniendo simplemente intuición, con pocos conocimientos. Pero una obra es algo de dedicarle la vida, muchos años y un camino a recorrer, es hacer temas tuyos e ir desarrollando con dedicación, con amor, con investigación y haciéndolo crecer.

-¿Le tienta tomar imágenes del éxodo migratorio en Europa o la guerra de Siria, situar su objetivo como una reportera más?

-Por qué no, creo que siempre hay que hacer algo que te guste para que puedas aguantar mucho tiempo. Este trabajo tiene que ser sobre algo que te enamore para aguantar las dificultades que conlleva muchos años de dedicación, la poca remuneración económica y muchas veces la falta de interés por otro. Veníamos oyendo en el coche el caso de la novela de Cela "La familia de Pascual Duarte", cómo la rechazaban las editoriales. Que si era un autor muy joven, la falta de riesgos por parte de mucha gente que lo que quiere es el éxito y el dinero rápido. Entonces cuando un profesional que hace un trabajo diferente lo importante es encontrar a alguien con inteligencia y que sabe ver más allá donde otros no saben ver. Y el caso de "Pascual Duarte" es algo que se repite.

-No será su caso con toda la trayectoria que atesora y siendo, además, la primera fotógrafa española que entra en la Agencia Magnum.

-Nada nada, pues sí. La necesidad de encontrar a alguien en estos momentos que quiera exponer es difícil porque faltan los medios.