La fe mueve fronteras y también conciencias. Eso más que nadie lo sabemos quienes nacimos y crecimos en Aliste y Trás-os-Montes, obligados a mirarnos de frente y compartir virtudes y desgracias mientras nuestros reinos Castilla o España y Portugal se daban la espalda, que cuando se daban la cara era para rompérsela en nuestros pueblos a costa nuestra.

Claro que una cosa es predicar y otra dar trigo. La sequía hacia agonizar los campos y el 2 de marzo de 1714 los concejos de Viñas, Rábano y Sejas decidían con su Voto y Concordia buscar del cielo lo que tierra y nubes le negaban: agua. La piedad divina parece ser cumplió la rogativa y se celebró 103 años, que de bien nacidos es ser agradecidos, hasta que, cosas de la vida, se echo para atrás el que más, en teoría, debía creer y predicar con el ejemplo y los manuscritos así lo atestiguan: "Por la general necesidad y retraso que se advierte en los campos y frutos pendientes quejándose que por resistencia del actual párroco de dicho lugar de Viñas se había omitido dicha procesión y rogativa pública de algunos años a esta parte, faltando al cumplimiento de dicha concordia y voto".

Fue tan la guerra desatada entre cura y concejos que en 1817, en representación de los tres pueblos, José de Fuentes y Toro, visitó al vicario general, trasmitiendo el malestar por la actitud del cura. El vicario puso firme al cura, mandándole un despacho, y dio la razón a los feligreses, autorizando las procesiones. Eso sí, con condiciones. Desde las iglesias de cada pueblo, San Lorenzo Mártir (Sejas), San Esteban (Viñas) y La Magdalena (Rábano), autoridades y devotos habían de salir y procesionar en dos filas con las imágenes y estandartes "recorriendo el camino con devoción y compostura". Lloviera o con sol, los seglares, habían de sufrir las inclemencias sin privilegios, e ir con la cabeza descubierta y llevar los sombreros y monteras en las manos. Las autoridades habían de velar por evitar quimera, desacato o irreverencia, de lo contrario de prohibirían las procesiones. La fe de los feligreses pudo con la cabezonería de su peculiar cura.