Bercianos de Aliste puso el broche de oro a su Semana Santa, declarada Fiesta de Interés Turístico Regional de Castilla y León y Bien de Interés Cultural Inmaterial, con un Viernes Santo marcado por la religiosidad y la devoción más pura, sobrecogedores cantos, recogimiento y dolor, manteniendo los orígenes y la esencia de un pueblo durante siglos. El día acompañó, con sol, mucho calor, y allí se dieron cita cientos de personas, tanto curiosos como devotos, para conocer y vivir la Pasión de Cristo.

El párroco Fernando Lorenzo Martín abría el acto, en el interior del templo de San Mamés, invitando a todos a la participación desde el silencio y el respeto.

Las desgarradoras voces de los penitentes rompieron el silencio con su "Perdón Oh Dios Mio / Perdón y Clemencia / Perdón Indulgencia/ Perdón y piedad" mientras salían a la calle, camino de Crucificado, allá en la ladera de la colina que mira al río Aliste. Paso a paso, sin prisa, pero sin pausa, como hicieron sus antepasados al menos, que se sepa, desde el siglo XVI.

Tras el Descendimiento Jesús fue presentado a su madre e introducido en la Urna Mortuoria y el cortejo fúnebre inicio el camino del último viaje para el Hijo de Dios con el canto del desgarrador miserere alistano. Colores de luto, el negro y el morado, de los pendones que portados por los mozos abrían la peculiar comitiva. Tras ellos los cofrades con su mortaja de blanco lino, esa que les acompaña cada Viernes Santos y será su compañera cuando llegue su final y como Cristo sean llevados hacia la vida eterna.

Una vez llegados al Calvario se rezaron y cantaron las "Cinco Llagas", unos de los momentos más emotivos frente a las tres cruces, las de Cristo, Gestas y Dimas. Regresando de nuevo a la iglesia parroquial. Por la noche tenía lugar la procesión de la Virgen de la Soledad oficiada por el párroco Pedro García González.

Este año hay que destacar el elevado número de personas, muchas foráneas, que participaron con devoción en el Santo Entierro hasta el mismo Calvario.