La iglesia visigoda de San Pedro de la Nave, trasladada a la localidad de El Campillo ante el embalsado del Esla (entre 1930 y 1932), se va consolidando como un patrimonio de admiración turística. La gente ya no solo conoce a San Pedro de la Nave por su inserción en los estudios académicos sino que pretende conocerlo en realidad y con todo detalle.

Son unos 12.000 los visitantes registrados desde que el pasado año fuera dotada de iluminación y de un Centro de Recepción de Visitantes y Museo, en una acción enmarcada dentro del Románico Atlántico.

Buena parte de los turistas que se acercan a este templo, que se remonta al siglo VIII, son personas ligadas al mundo del arte o amantes del patrimonio arquitectónico, y en un alto porcentaje gentes procedentes del extranjero, de países como Alemania, Holanda e Inglaterra. Por lo que respecta a España, asisten gentes de todas las comunidades autónomas, sobre todo de Cataluña. Prueba de que hay visitantes que conocen las características de la iglesia de San Pedro de la Nave, que disfrutan de su personalidad y de que viven el momento con pasión, es que algunos están dos horas explicando al resto de los amigos o allegados los pormenores.

Entre los que han dejado huella se menciona a un zaragozano que se desplazó directamente hasta San Pedro de la Nave para conocer con detalle la iglesia. Comió lo disponible y directamente partió hacia tierras palentinas para seguir con su periplo por la ruta del arte antiguo.

Por ahora la entrada a San Pedro de la Nave no supone desembolso obligatorio alguno. Una cestilla situada en el primer banco de entrada da opción a depositar la voluntad de quienes se adentran a disfrutar de una arquitectura visigoda que sorprende por su recogimiento y por ofrecer una interioridad despojada de todo adorno y elemento superfluo. Las puras formas y características del templo llevan a abrir los ojos de los visitantes y a observar absortos una joya de más de trece siglos de historia. Dentro de las voluntades, hay más inclinación a depositar dinero menudo y metal que dinero de papel, que suele aparecer cuando corresponde a un grupo.

También se les ofrece una serie de publicaciones especificas de San Pedro de la Nave, que comparten asiento con la cestilla de las voluntades. Dispone, además, de unos folletos escuetos, casi por demás. Se echa en falta que no los haya específicamente en inglés o que, al menos, cuenten con las explicaciones en este idioma porque los extranjeros que no hablan español suponen un importante número de visitantes.

Todo el mundo inmortaliza la visita con los móviles, pero son especialmente los japoneses los que se llevan la palma haciendo fotografías ¡Yo que sé las fotos que sacarían! expresa Amparo Piorno, responsable de atender a los turistas y que siempre tiene a mano el teléfono porque hasta los días de descanso surgen los compromisos y no quiere dejar que nadie sienta frustración.

Vistos los interiores, cuya tenue iluminación se ve ampliada con el empleo del alabastro en los vanos, los especialistas en arte gustan de reparar en las marcas que los canteros grafían en las piedras para dejar constancia de su participación en la construcción de tan sublime obra. Son visibles en unos y otros pilares de granito, pero abundan las grafías furtivas realizadas por sujetos desvergonzados que no respetan ni profesiones ni templos. Aprovechan la buena labra que permiten algunos bloques de piedra blanda para navajear signos y figuras barriobajeras.

Hay otra vida que el turismo o los feligreses de El Campillo en el templo de San Pedro de la Nave. Algunos eligen esta iglesia para celebrar bautizos o grandes efemérides. Pero, desde hace lustros, un enjambre de abejas vive en este visigodo templo y la población de insectos recobra su actividad con motivo de la floración primaveral. "Lleva muchos años ahí" afirma un vecino. La comunidad apícola vive centrada en su misión de libar las flores y colmar de miel su religioso habitáculo.

Los turistas completan su estancia con la visita al Centro de Recepción y Museo, vestido de un modo tan somero como el templo. Una explicación acompañada de unas fotos sobre el traslado de la iglesia de San Pedro de la Nava a su ubicación en El Campillo, y unas estelas funerarias. Sin embargo, el hecho de que una misma persona deba atender el Centro y el templo a un mismo tiempo obliga a realizar ciertos malabarismos, que no es complicado cuando las visitas son reducidas y espaciadas. Lo que está claro es que "la gente viene a ver la iglesia".

EL Plan Románico ha promovido la formación de "vecinos encargados de mostrar las iglesias, párrocos y técnicos municipales a través de talleres de formación impartidos en las localidades zamoranas de San Martín de Castañeda y El Campillo, así como en Salamanca".

"La actividad tenía como principal objetivo facilitar a los asistentes una serie de pautas y consejos de actuación, orientados a mejorar la atención al visitante y la gestión de los templos en los que se ha actuado" según informa los responsables del Plan Románico.

Hay no obstante en San Pedro de la Nave problemas y circunstancias que retraen y dejan huella. La ausencia total de calefacción convierte a San Pedro de la Nave en un lugar irresistible durante los meses crudos del año. El frío entra en los huesos nada mas cruzar la puerta de entrada. "La gente se queda helada y algunos se dan la vuelta nada más entrar". Todo abrigo es poco cuando se quiere permanecer largos minutos en el interior de un edificio destemplado, cuya sensación de congelación se incrementa por su naturaleza pétrea y la penumbra reinante. La otra enjundia la vive de lleno Jonathan Fernández, que atiende el bar del pueblo. Los únicos servicios son los del bar y allí entran, a veces en tropel, decenas de personas nada más descender del autobús que les acerca a El Campillo para disfrutar de la maravilla visigótica. Nadie se interesa por bebida alguna, solo por los servicios. El joven ha colocado un cartel: "Solo para clientes". Quiere impulsar así el consumo de quienes "hacen cola" para utilizar los servicios y no dudan en exigir jabón, papel y limpieza.

En Semana Santa el templo visigodo de San Pedro de la Nave recibe una corriente sorprendente de turistas deseosos de admirar un legado arquitectónico sencillo y cargado de historia.