La despoblación de los pueblos, la pérdida de ganadería y de labranza son reveses que golpean a la población de gorriones, una especie que cría y prolifera en núcleos colmados de vida, de rebaños y de cultivos. Junto a las personas y junto a los animales es un ave feliz porque encuentra el menú que lo permite sobrevivir con su pericia las cuatro estaciones del año. Halla plato en todo lo comestible, y no duda en rondar las jaulas de los pájaros enclaustrados para aprovechar cualquier grano que el prisionero tire al suelo y eche fuera de su celda. Además, el gorrión es una especie que, como el lobo, muere de pena si pierde la libertad. Hay quien dice que "muere de rabia si se lo encierra".

Sin vecinos y sin animales domésticos, es una especie vulnerable porque se convierte en presa de otras predadoras de mayor fuste (urracas, halcones...) que también sufren los declives avifaunísticos y buscan el sustento en lo poco que vuela. Salva a veces la vida porque vive en compañía y con vigilancia. Y es un ave que celebra con una pasión desbordante el escapar de la muerte. Ahí les verás, no piar, sino gritar con toda la fuerza de sus pulmones cuando salvan de milagro las garras de un halcón lanzado en picado tras su corpichuelo.