Roma nunca decepciona. Los millones de visitantes que cada año arriban en la capital italiana se van con ganas de más, deseosos de volver. Muchos lo hacen; los nuevos, como la mayoría de los sayagueses que permanecieron en la ciudad entre el 13 y el 16 de febrero, contemplan por primera vez extasiados la grandiosidad de esta capital europea que cuenta además con el aliciente de poder ver al papa, aunque en esta ocasión no haya sido posible por encontrarse en México.

Pero ni esa fastidiosa casualidad desmereció un viaje en su conjunto calificado como "inolvidable". Vecinos de Villadepera, Villardiegua de la Ribera, Moralina, Moral, Gamones, Torregamones y algunos contados de Zamora han vivido cuatro intensas jornadas guiados por su párroco, el también sayagués Miguel Bártulo, ya más que familiarizado con una ciudad que también enseña a sus alumnos del Instituto María de Molina.

Roma ha respondido así a las expectativas del más de medio centenar de sayagueses que durante cuatro días han visitado la Ciudad Eterna de la mano del sacerdote Miguel Bártulo. Tan positiva resultó la experiencia del año pasado que el párroco ha embarcado a su feligresía en una nueva aventura por la sede del Vaticano, la capital del Imperio Romano, la cuna del poder de la Iglesia Católica manifestado en un espectacular conjunto de monumentos religiosos de una belleza impresionante.

La larga noche de viaje hasta el aterrizaje en el aeropuerto de Fiumicino se vio compensada con un día espléndido que comenzaba en la Plaza del Vaticano y la Basílica de San Pedro. Las imágenes tan familiares y repetidas en televisión de la sede papal se presentaban por primera vez "en carne y hueso" ante los ojos de los sayagueses. Más sorprendente resultaba la vigilancia policial, tanto el corazón de Roma como en los enclaves más visitados de la ciudad donde se dejan sentir las consecuencias de la amenaza terrorista islámica con rigurosos controles que ralentizan el acceso a los monumentos. Ocurre en la Plaza de San Pedro, en los Museos Vaticanos o en las basílicas de Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros.

Desde hace meses es habitual la presencia de militares armados con fusiles y Carabinieri aunque da la sensación de que, lejos de incomodar, dan seguridad a los turistas. "Deja deja que controlen" comentaba uno de los miembros de la expedición mientras guardaban cola pacientemente a la espera de pasar por el escáner.

El atractivo de Roma no conoce fronteras, allí confluyen ciudadanos de toda raza y condición seducidos por la belleza de obras de arte únicas. Un ejemplo significativo de tal universalidad lo ofrecen los Museos Vaticanos, parada imprescindible en el periplo turístico por la ciudad. El conjunto de estancias y galerías que albergan la magnífica colección de la Iglesia Católica atrae a visitantes de todo el mundo.

Especialmente llamativa era la presencia de asiáticos -chinos y japoneses- sin desdeñar a los españoles, alemanes, ingleses... al final la lista de nacionalidades es interminable. Nadie está dispuesto a perderse el gran elenco de antigüedades clásicas. Laocoonte y sus hijos, el torso de Belvedere, la galería de bustos de emperadores romanos, la colección de Egipto o el conjunto de tapices flamencos. Tampoco las grandes pinturas del Renacimiento con las impresionantes estancias de Rafael deteniéndose, por ejemplo, en la Escuela de Atenas, considerada la obra maestra del artista de Urbino.

O la contemplación de la Capilla de Sixtina, la joya del Vaticano obra de Miguel Ángel. La inmensa sala donde los cardenales tienen el privilegio de celebrar el cónclave para elegir papa atrae cada día a miles de visitantes que buscan un hueco casi imposible para admirar esta obra de arte universal. Maravillas todas que justifican las dos horas que los sayagueses esperaron en la cola hasta poder entrar a los Museos Vaticanos, con Miguel Bártulo de nuevo ejerciendo como guía en un laberinto de salas plagadas de visitantes.

Un esfuerzo reconocido por el grupo, más cuando las rigurosas normas del recinto generan desagradables incidentes como que se impida al guía continuar con la explicación por no se sabe muy bien qué razones relacionadas con los guías oficiales del Museo. Por fortuna el desatino quedó solventado y Miguel Bártulo pudo continuar con sus explicaciones. "Soy un sacerdote que no viene a quitar el trabajo a nadie sino a explicar la visión teológica de estas obras de arte" se defendió el cura sayagués que no descarta presentar una queja ante el mismísimo Vaticano.

Incidentes, más bien anécdotas, al margen la jornada de los Museos Vaticanos fue agotadora pero reconfortante. Aún quedaban gratificantes sorpresas; para los más devotos resultó especialmente emotiva la subida de rodillas por la Escalera Santa, una estructura de mármol compuesta por 28 peldaños y convertida en icono de veneración ya que fue mandada traer por santa Helena, madre de Constantino I, en el año 326, del palacio de Poncio Pilato en Jerusalén, pues fue por la que Jesús de Nazaret subió el Viernes Santo para ser juzgado.

Y no menos interesante resultó el paseo por el Foro Romano -el corazón de la antigua ciudad de Roma-, la admirable conservación del Arco de Constantino o el inconfundible perfil del Coliseo, uno de los monumentos más emblemáticos de la antigüedad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Pese a lo inabarcable del patrimonio cultural y artístico de Roma, cuatro días dieron para mucho a este grupo de zamoranos que también encontraron hueco para degustar la típica gastronomía italiana dominada por la pasta y las pizzas. Y para llevarse un recuerdo, también material, de un viaje inolvidable en lo sentimental.