El cazador zamorano-salmantino Esteban Iglesias de Sena y el pueblo carballés de Lanseros han pasado este mes de febrero del mutismo a la fama. Todo porque Iglesias de Sena consiguió el pasado octubre una trofeo de caza que subió a los altares venatorios merced a situarse a la cabeza del récord de España en una tan especie noble y señorial como el ciervo, santo y seña de centenares de señeros cotos y de encumbradas monterías del país.

Logró al supremo coronado en los montes de Lanseros, un pequeño pueblo con barrios separados por el bello río Negro y en estos momentos marcado por el silencio, habitado por menos de veinte habitantes y con la mayoría de las viviendas cerradas a cal y canto. Un pequeño bar (cargado de cuernos de corzo y colmillos de jabalí) mantiene, no obstante, viva la convivencia de los contados vecinos que intercambian impresiones al calor del vaso de vino.

Esteban Iglesias habla de la caza con pasión y devoción a la naturaleza, con gratitud a los habitantes del medio rural a los que reconoce como verdaderos artífices y partícipes del patrimonio medioambiental. También reconoce que están un tanto "olvidados" por organismos e instituciones, y está convencido de que el aprovechamiento cinegético es un recurso a tener en cuenta y de incentivo económico para las poblaciones marcadas por la despoblación y en envejecimiento, del que Lanseros es un ejemplo.

El ciervo abatido un día que parece que le vino la diosa Diana a ver, señor de una cornamenta mayúscula y como diseñada para reinar, logró una puntuación de 222,39 puntos por la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza. Todos cuantos en el pueblo vieron el trofeo se fotografiaron con semejante as del monte. El venado de marras era un animal "en el ocaso de su vida", de doce años de edad, y además zurreado por otros más jóvenes, aunque con menos porte.

Esteban Iglesias en un escrito titulado "Crónica, recuerdos y agradecimientos", expone que "aunque siempre, en toda mi trayectoria de cazador y amante de la naturaleza, he querido mantenerme en un lugar discreto, fuera de los círculos periodísticos y otros ámbitos sociales, me veo en la obligación de salir momentáneamente del anonimato, para agradecer y compartir públicamente el honor y la satisfacción de haber conseguido para orgullo de Zamora y de los zamoranos, cazadores o no, el Récord Nacional de Ciervo".

Respecto a la memorable jornada de caza que le ha elevado al primer puesto en el podio de los récords, manifiesta que "de la caza y del rececho del magnífico ciervo, ya casi todo se ha dicho... Sólo recordar, aún hoy con emoción, que una vez visto el animal y sin estar localizado previamente -pues esa fría mañana buscábamos un corzo- mi hijo Javier, que me acompañaba y yo mismo nos convertimos en compañeros y testigos únicos de la más maravillosa de las cacerías. Más de dos horas durísimas e interminables, siguiéndole por el monte, parando muchas veces... perdiéndole la pista a ratos, para después volverle a localizar; casi sin respirar, buscando despacio, escudriñando el terreno, con mucho cuidado del aire para que no delatara nuestra presencia y procurando no hacer ni el más mínimo ruido, hasta conseguir una buena aproximación. Así se iba sucediendo y acontecía hasta llegar a los últimos y escasos doscientos metros que nos separaban de nuestro objetivo. Ahora ya había que culminar el lance y disparar... Instantes después, nos miramos mi hijo y yo, nos abrazamos y llenos de emoción fuimos a ver y a disfrutar nuestro trofeo. El niño pletórico, dando saltos de alegría y yo agotado, extenuado del esfuerzo, pero absolutamente feliz...".

Seguidamente, en una reflexión sobre la caza y el medio rural, expone que "hoy, en este mundo, donde prima lo fácil, la caza de mentira, la caza con ventaja, la caza a medias, seguimos cazando, con mayúsculas y como mandan los cánones, respetando sierras y campos y disfrutando la naturaleza, siempre pletórica de vida, con todas sus gentes y por supuesto con mi familia y con mis amigos. Todos ellos, testigos fieles y compañeros de muchísimas temporadas y aventuras de caza".

Subraya Esteban Iglesias sentirse "orgulloso de mi mujer y de mis hijos, a los que dedico este triunfo, todos ellos magníficos cazadores, que siguen con afición esta pasión por la caza, tal y como nosotros la concebimos y entendemos; para que igualmente nos sobrevivan en este noble arte, forma y filosofía de vida que la caza es. Así y en familia".

"Mi gratitud y agradecimiento al pueblo de Lanseros, a todas sus gentes, a la hermandad de cazadores de San Roque y en particular al gestor del coto, todos buenos amigos, por su sacrificada labor y buen hacer. Mi reconocimiento, por último, a toda la gente del mundo rural, auténticos conservacionistas, que guardan en sus campos y en sus tierras, esos tesoros escondidos que nos hacen vibrar, conviviendo día a día, en perfecta armonía con toda su fauna, también con el lobo, auténtico tesoro de nuestros montes, sabiendo compaginar perfectamente sus quehaceres cotidianos, con la actividad venatoria y sin los cuales absolutamente nada de esto sería posible" añade el cazador.

"¡Viva la Caza!. Gracias y hasta siempre..." Así finaliza su crónica Esteban Iglesias, que afirman defender "a humildad y el trabajo", y que ha pasado de por causa de un ciervo magistral a estar en boca del país. Su trofeo será expuesto y admirado en la Feria Internacional de Caza, en Madrid. "Envidia" por semejante trofeo dijo sentir el cazador A.T., de Zamora, que también ha pisado con el rifle toda la zona.

Lo primero que quieren dejar claro en Lanseros es que el extraordinario venado se cazó en sus montes, y no en Carbajalinos de la Encomienda. Porque, según afirman, "una persona de Carbajalinos se hizo la foto con el bicho y lo metió en las redes diciendo que era de Carbajalinos". Lo dicen casi a coro algunos que echan un trago de vino en el pequeño bar, decorado con elementos de caza por una y otra parte.

"Andan las fotos por todo el país" manifiesta Rafael Rivera. No es para menos. Es el trofeo de un ejemplar que no pocos califican como "monstruo" por las dimensiones de sus cuernas y por los desarrollo de todos sus atributos: luchaderas, puntas y demás ornamentos.

En tanto unos y otros alaban la fauna silvestre que habita en los sotobosques y praderas del término de Lanseros, que es vista incluso adentrándose en el callejero del pueblo, al decir de David Anta, salta de pronto una sorpresa que causa alucinación. Es el hallazgo por un vecino de un elemento que levanta las sospechas del furtivismo.

Se trata de una espeluznante flecha encontrada en un pago. El hecho de aparecer tendida lleva a reflexionar a los contertulios que no halló el cuerpo del animal al que iba destinada. Están convencidos de que el protagonista de este tipo de caza es alguien llegado del exterior porque nadie en el pueblo maneja arco, y están convencidos de que el hallazgo obedece a la caza ilegal porque, según refieren, "es un método silencioso", y el filo y el corte de la punta de la flecha es tan cortante e incisivo que mete miedo.

Todos la miran y remiran. Brilla como si nunca hubiera cortado otra cosa que el aire. Nada ha estragado su corte. Las personas que analizan la fecha aseguran que el arco armado con estas flechas es capaz de llevarse por delante cualquier animal que se ponga a su alcance.

Lanseros es un pueblo carballés que refleja la tendencia a la despoblación y al envejecimiento que golpea a tantos pueblos del medio rural. "Catorce ermitas" llegó a contar según expresa José Antonio Anta. Lo que fueran las escuelas es ya un inmueble en ruinas. Pero mantienen con buen adecentamiento la iglesia parroquial de La Asunción. Todo su interior fue desprovisto del revoque y dejado en piedra, lo que confiere al templo un tipismo muy en armonía con la zona. Queda por entonar, entre otras cuestiones, el coro. El dinero escasea y, por lo visto, también las ayudas, de ahí que todo vaya a medida de las posibilidades.

El entorno de la iglesia es una pradera que "al anochecer" se convierte en un escenario querencial para los ciervos.