El bajo Tormes ya fue objeto de estudio ambiental por parte de Iberdrola, en los primeros años de la década de 1990, en el que dejaba constancia de que, antes de la regulación del Tormes con la presa de Almendra, "el régimen de caudales renovaba anualmente la mayor parte de la fauna y de la flora". Incluso en este trabajo sus redactores apostaban, en cuanto a posibilidades de uso del tramo fluvial, por crear zonas de picnic en puntos como La Cicutina, con barbacoas incluidas. Hoy las barbacoas están totalmente prohibidas y ha pasado a la historia la costumbre, también imperante entonces, de tirar vertidos y animales muertos al río como el que tiraba colillas al suelo.

El tesorero de la Asociación Bajo Tormes indica que existe el compromiso de repoblar con especies autóctonas, como las bogas, las sardas y los bordallos.

Es llamativo que en el estudio de la eléctrica se apunte que, tras la regulación, las aguas "son siempre limpias y transparentes", en tanto que los pescadores hablan de "podridas y muertas".

Es de tener en cuenta que tanto el Plan Hidrológico como diversos sectores sociales como la propia Iberdrola mantienen firmes compromisos para combatir o amortiguar el cambio climático, y, tal como recoge el propio Plan, " el efecto más claro inducido por el cambio climático es la reducción de las aportaciones naturales". Esta situación también tendrá su repercusión en el gran embalse de Almendra que se alimenta, en buena medida, no de los recursos naturales, sino de los ya turbinados y mucho menos saludables que corren por el río Duero.