Las inundaciones marcan la historia de los países torrenciales como España, desde la antigüedad, contándose en numerosos municipios y capitales de provincia bañados por el agua de los ríos episodios trágicos y lamentable. Zamora es una provincia que no es ajena a desastres memorables en ríos libres de diques o regulados por presas hidroeléctricas. El Valderaduey tiene en su haber riadas atropellantes y pueblos como Peleagonzalo y Ribadelago fueron cambiados de sitio para escapar de las riadas. El primero, trasladándose sus moradores a una zona más elevada porque el río Duero lo sumía en la ruina cada vez que las aguas invadían los entornos, y el núcleo sanabrés ubicándose en la otra orilla del río Tera porque el torrencial río Cárdena lo desmantelaba cuando, a consecuencia de los aguaceros, ocupaba la llanada de su desembocadura al Tera. Iberdrola resaltó ayer la importancia de las presas porque "gestionan y sujetan de forma ordenada las grandes avenidas".

Los habitantes de los asentamientos de Peleagonzalo y Ribadelago, conscientes por las duras experiencias de residir en zonas inundables, buscaron la solución huyendo a puntos considerados fuera del alcance de los ríos, aunque Ribadelago viviera la trágica experiencia de sufrir, en enero de 1959, el desventramiento de la presa de Vega de Tera que arrasó el nuevo enclave.

En el Atlas Nacional publicado por el Ministerio de Medio Ambiente, el grupo de hidrología recoge, no sin errores de bulto (fecha la tragedia de Ribadelago en la noche del 13 al 14 de octubre de 1959), que "el río Duero a su paso por la ciudad de Zamora ha originado y origina numerosas inundaciones de carácter grave. Los daños detectados se refieren, principalmente, a pérdidas de vidas humanas, destrozo de edificios, industrias, agricultura y redes de comunicación". Mencionan como años dramáticos 1636, 1739, 1860 y 1960". Este año el pueblo de Benegiles sufrió con especial contundencia y arrasamiento el desbordamiento del río Valderaduey, que se llevó varias casas por delante.

Iberdrola defiende la regulación realizada con las presas hidroeléctricas porque laminan avenidas naturales desmesuradas que de no rebajarse producirían daños mucho más letales. Los importantes caudales que llegan a los embalses en las últimas fechas han obligado a Iberdrola a abrir las compuertas de los embalses de Nuestra Señora de Agavanzal, en el Tera, y de Villalcampo y Castro, en el Duero, para dejar correr el volumen que no pueden turbinar las máquinas. El ingeniero jefe de la central de Villalcampo, Francisco Sánchez, señaló ayer, respecto a la gestión que hace la empresa de las impetuosas avenidas surgidas tras los chaparrones e intensas lluvias, que "se ha gestionado de una forma ordenada, soltando agua antes de que llegara la punta de la avenida y también sujetándola". En el caso de la presa de Nuestra Señora de Agavanzal, según datos facilitados por la empresa, "comenzó a verter a las 14.00 horas del pasado día 8 un caudal de salida, entre central y desagüe, de 100 metros cúbicos por segundo. El vertido se incrementó hasta llegar a los 450 metros cúbicos en los momentos de mayor avenida, cuando el Tera aportaba un caudal de 800 metros cúbicos". Este freno al bravo caudal generado en escasos momentos es un gesto que para Iberdrola evitó males mayores "porque el caudal que habría circulados se habría prácticamente duplicado".

Villalcampo

En la mañana de ayer llegaban al embalse de Villalcampo unos 950 metros cúbicos por segundo, de los que unos 500 eran turbinados y otros 450 saltaban de forma espectacular por el aliviadero "porque no queda más remedio que tirar el agua sobrante", al decir de Sánchez. El ingeniero de Iberdrola incidió en señalar que "el agua es muy antojadiza y unas veces parece que llueve, y no viene tanta agua como aparenta, y otras veces parece que llueve menos y, sin embargo, descarga una gran cantidad de agua". "Lo que ha caído estos pasados días en Zamora ha sido excepcional. He estado en Asturias y no hemos visto estos niveles", manifestó. También subrayó que "en los pasados días la turbinación de Ricobayo estuvo parada para no aportar más agua al Duero". Pero ahora de nuevo las máquinas cumplen su función porque el Esla ha registrado un incremento y, puede incluso (hoy) a llegarse a abrir el aliviadero de fondo, de llegarse a una cota alta del embalse. Ayer faltaban unos cinco metros para alcanzar el llenado.

No es Zamora la única capital golpeada en la historia por los desmadres de los ríos. Valladolid, Aranjuez, Sevilla, Málaga, Zaragoza y Valencia están, entre otras, en el recuerdo de los grandes desastres.

El imperio del agua, como el de la naturaleza, es arrollador cuando se desmelena. Lo dicen los ríos, los regatos y los aliviaderos de las presas cuando se ven rebasados por caudales desenfrenados.