El agua, que es vida, y que cuando la naturaleza la regala con empacho provoca inundaciones desmesuradas y gravosas, también resulta un admirable espectáculo y un recurso turístico sobrecogedor allí donde circula causando asombro como es el caso de las cascadas, algunas artificiales como sucede con los desembalses que gestionan las empresas hidroeléctricas.

Zamora es una provincia agraciada por estas asombrosas estampas merced a que cuenta con decenas de riberas que desembocan de forma estrepitosa en los acantilados del Duero y del Tormes, porque son diversos los ríos que nacen en las cumbres sanabresas y descienden, en ciertos trechos, despeñándose desde las alturas, y porque son numerosas las presas hidroeléctricas que gestionan las avenidas haciendo uso de los aliviaderos y dando rienda suelta a caudales de miles o millones de litros por segundo.

Todo parece conjuntarse para coincidir en los momentos de grandes precipitaciones, aunque son las cascadas naturales las primeras en aparecer y las que se adelantan a las gestionadas por la mano del hombre porque nada las detiene ni las refrena en el medio natural que ocupan y animan con su irrefrenable bravura.

Al igual que las cascadas naturales presentan sus propias características hidrofísicas, conforme a los caudales que aportan, a la orografía que recorren y a la altura y forma de los saltos que superan para seguir su curso hacia los ríos, las cascadas artificiales muestran sus propias configuraciones porque las eléctricas gustan de diseñar sus aliviaderos con garantía para la operatividad del complejo hidroeléctrico, pero también con elegancia, de modo que los desembalses terminan por seguir aguas abajo causando sensación y convirtiéndose en un sobresaliente fenómeno atractivo y turístico.

Las rutas de los desembalses, que comienzan a tomar cuerpo en todos los escenarios fluviales, y que alcanza en el Parque Natural de Arribes del Duero una dimensión de primer orden, es una prueba de esta realidad. De hecho, los desembalses de las presas de Iberdrola superan con creces a otros valores y patrimonios del espacio protegido en cuanto a la presencia de visitantes.

La liberación de miles o millones de litros por segundo, y la convulsión que genera tanta brutalidad en el lecho del río, son un espectáculo seguido con expectación por miles de personas que han marcado en sus itinerarios anuales la visión de este impresionante baile de aguas.

Unas torrenteras tocan lecho en forma de cola de caballo, otras de forma ramificada, otras de forma escalonada, otras explotando como los fuegos artificiales al cruzar un desfiladero con final en forma de esquí. Incluso son numerosas las que dejan ver en ciertos momentos la belleza del arco iris en su órbita de impacto y gran vuelo.

Iberdrola señala, respecto al Tera, que "sin la regulación de la avenida en el río el caudal que habría circulado por el cauce del río prácticamente se habría duplicado", de forma que las inundaciones hubieran tenido unas magnitudes más hirientes. "El caudal de entrada a los embalses de Cernadilla, Valparaíso y Agavanzal alcanzó máximos por encima de los 800 metros cúbicos por segundo, y gracias a la regulación el caudal de salida en Agavanzal no superó los 450 metros cúbicos por segundo", precisaron ayer en Iberdrola.

Esta empresa gestionaba ayer las avenidas de agua manteniendo abiertas las compuertas de los aliviaderos de las presas de Nuestra Señora de Agavanzal, Villalcampo y Castro para gestionar las avenidas de agua. El caudal soltado en el dique del Tera era de 130 metros cúbicos por segundo, de 240 en Villalcampo y de 275 metros cúbicos por segundo en la presa de Castro, Aldeadávila 1.500 y Saucelle 1.300 metros cúbicos por segundo, que se adentran en Portugal.

Todos los municipios del Parque Natural del Duero, con arroyos, riberas y ríos tributarios del Duero y del Tormes, gozan en sus feudos de cascadas naturales dignas de contemplación.

Almaraz, Abelón, Moral, Villadepera, Villardiegua, Torregamones, Farizacontemplan y alaban estos espectáculos fluviales que engrandecen sus valores turísticos. Rompen, en ocasiones, todas las rutinas porque, mientras duran, generan unas imágenes insólitas, unos sonidos inconfundibles y hasta unos temores que obligan a respetarlas y a guardar las distancias.

Si en los agrestes, acantilados y últimos tramos los ríos y arroyos zamoranos despiertan pasiones, también emocionan en los tramos altos de la serranía porque los caudales descienden como ansiando la libertad hacia las zonas urbanas, aplanadas y cultivadas. El Tera, el Cárdena y el Segundera llegan a Ribadelago como caballos desbocados, al igual que hace al arroyo del Cabril en Aguas Cernidas, el Forcadura en Vigo, el Faldriego en San Ciprián con su cascada Los Vados.

El agua que abastece a las poblaciones y a las centrales hidroeléctrica tiene momentos sublimes e invalorables.