Los emigrantes alistanos y tabareses, a pesar del éxodo rural obligado por la necesidad, para trabajar o estudiar, nunca olvidan sus orígenes, procurando transmitir a sus hijos y nietos las costumbres consuetudinarias y tradiciones de la tierra que les vio nacer. Ello esta propiciando que los descendientes de la emigración sigan manteniendo su vínculos con Aliste y Alba ayudando a perpetuar ancestrales tradiciones como las mascaradas.

Un claro ejemplo de amor a la tierra y volver a los orígenes lo ha supuesto este año el joven Jonathan Arnáez, que viviendo en la lejana Suiza, en Minussio, zona cercana a Italia, no dudó en hacer alrededor de 4.000 kilómetros para dar vida al "Caballico" de Villarino Tras la Sierra durante tres horas: "La experiencia ha merecido la pena, me siento identificado con la tierra de mis abuelos y aquí volveré siempre que me sea posible". En este pueblo incluso se dio el caso de que un joven forastero, Marcos Senández, de Trabazos, cocinero de profesión, se prestó para dar vida al ancestral Zamarrón.

En Pozuelo de Tábara los últimos años los hijos de los emigrantes se han convertido en parte vital para salvar la fiesta: de hecho este año el Tafarrón fue encarnado por una joven cántabra y la madama por una aragonesa. En Abejera de los ochos jóvenes, hombres y mujeres, que dieron vida a los Cencerrones, ya llevan tres años haciéndolo, ninguno nació en el pueblo, solo uno se crió en él y todos viven fuera. Pero ahí están ellos implicados, sufriendo incluso, cuando como este año, la lluvia amenazaba con no dejarles salir.