Pinilla de Fermoselle, enclavado en pleno corazón del Parque Natural Arribes del Duero y Reserva de la Biosfera, es uno de los pueblos llenos de atractivos naturales y etnográficos que se resisten a morir de pasividad y tristeza y que busca salir adelante manteniendo los recursos naturales y e incrementando las masas arbóreas y el aprovechamiento de sus frutos.

Conscientes del valor de la aceituna y del aceite, hace algunos años sus gentes apostaron por plantar olivos en las parcelas ubicadas en escenarios accesibles, próximos al pueblo y a la carretera. Trataron así de superar los contras de una Administración que, con una aplicación superescrupulosa de las restricciones medioambientales, dificultó a los habitantes de este pequeño núcleo la vida hasta el punto de tener que mantener durante todo el año un burro y una mula para poder acarrear la aceituna de los olivares próximos al Duero y extendidos por las empinadas costaneras del arribanzo.

Los pobladores contaron con el apoyo del Ayuntamiento de Villar del Buey, del que son anejo, que incluso trató de sacar adelante un camino para dar acceso a uno de los olivares del que se benefician los residentes, pero las prohibiciones impusieron su losa y la aventura terminó con el camino a 500 metros del destino y un expediente de sanción de 6.000 euros que dejó un visible malestar en la contrariada población.

Hoy algunos vecinos roturan las parcelas abandonadas para recuperarlas como masas de almendros e incluso de castaños. Es el caso de J. L. que ha procedido a desvegetar algunas fincas pobladas de jaras, escobas y otras plantas colonizadoras que crecen con fuerza en los terrenos incultos, para reconvertirlas en señores almendrales o castañales. No es el primero que apuesta por esta especie, tan tradicional e implantada en las comarcas de Sanabria-Carballeda y Aliste; otros vecinos ya ven crecer los pellizos aunque cosechen antes las castañas los jabalíes que sus dueños, según refiere uno de los vecinos.

"La gente no quiere dejar perder las fincas y se eligen los almendros porque dan poco trabajo y tardan poco tiempo en dar fruto" señala José Piriz, uno de los vecinos de Pinilla de Fermoselle que sigue fiel a las cosechas de los árboles, y que cuida con esmero sus plantaciones.

Pinilla de Fermoselle vive una situación especial y llamativa, puesta precisamente de manifiesto con la recuperación de las fincas para destinarlas a los árboles frutales.

El vecindario llevaba décadas cruzando una de las parcelas olvidadas para desplazarse a otros pagos, de modo que con el paso había consolidado un camino por medio de una propiedad privada, pues por semejante atajo los usuarios acortaban el trazado y evitaban realizar un rodeo y perder un tiempo en ir o venir al destino.

El nuevo impulsor de las plantaciones forestales, según informan fuentes locales, ha optado por sembrar semilla y, una vez que salgan los plantones, procederá al injerto para así elegir la especie de almendra que más garantías o rentabilidad le proporcione.

Sucede que en la caja del viejo camino crecieron dos espléndidas encinas, que destacan por sus magnas dimensiones y por la bonanza de sus frutos. Prueba de su fecundidad es la presencia de los jabalíes, que cada noche acuden engolosinados para aprovechar los frutos caídos al suelo, y que buscan afanosos haciendo de sus jetas verdaderas vertederas. "El hozadero" labrado por los ronchadores verracos bajo los cañones y el ramaje de estas dos majestuosas piezas de la naturaleza, dan fe de su valor.

Son ejemplo, además, de otra de la particularidades que distinguen a Pinilla de Fermoselle, y es que son de propiedad privada porque en este pueblo estuvo admitido la plantación de árboles en terrenos públicos, e incluso en parcelas privadas de otros vecinos para así combatir las necesidades básicas y sobrevivir.

La reutilización de la parcela como almendral, ha conllevado que los vecinos deban hacer uso de nuevo del viejo camino, ahora ocupado por estas dos sobresalientes encinas, y que impiden el paso de los vehículos por insuficiencia del ancho del camino.

La primera intención de cortarlas fue rechazada de plano por el Servicio de Medio Ambiente, que desestimó esta expeditiva acción nada más que los agentes medioambientales fueron puestos al corriente de los hechos. Otra solución barajada era el arranque de los magníficos ejemplares, pero es una misión complicada por su envergadura. También está la posibilidad de mantenerlas sobre el terreno y buscar la fórmula de conseguir un paso viable por la zona.

La realidad es que Pinilla de Fermoselle es un pueblo que tiene un firme compromiso con la naturaleza y sus habitantes tratan de encontrar en los recursos arbóreos un medio de sobrevivir. Las olivas, las bellotas y, en un futuro próximo las almendras y las castañas, si las apuestas funcionan correctamente, constituirán unos frutos destacados del pueblo arribeño. El turismo es otra de las fuentes a las que miran con expectativa, pero por ahora Pinilla prevalece como un punto intermedio, y de paso.