Memoria y tradición no saben de distancias ni fronteras. Jonathan Arnáez Fernández (6 de enero de 1980) ha viajado desde Suiza a Villarino Tras La Sierra para dar vida al Caballico.

-¿Qué supone para ti Villarino y el Caballico?

-Son parte de mi vida. Yo, aunque he pasado mi infancia y mi juventud en Minusio, Suiza, me considero alistano. Mis abuelos paternos eran de Villarino Tras la Sierra y los maternos de San Martín del Pedroso. Aquí, en Villarino, tenemos casa y venimos de vacaciones desde niño, en verano e invierno, conoces el pueblo, a la gente y sus tradiciones y te sientes parte de ellas.

-La lejanía más que el olvido fomenta el recuerdo.

-Así es. Yo he hecho 2.000 kilómetros para venir y tendré que hacer otros 2.000 para regresar a Suiza. Pueden parecer muchos kilómetros para pasar una tarde en Villarino, pero me siento feliz y orgulloso, ha merecido la pena.

-¿Cómo ve la tradición tras participar en ella?

-Es algo muy especial para mí, algo único en el mundo. En Suiza no tenemos estas cosas. Aquí toda la gente participa y se divierte. Vamos de casa en casa y cada familia invita a todos los visitantes, esto es un buen ejemplo de convivencia y hermandad. La experiencia de ser Caballico fue inolvidable y volveré siempre que pueda para ser Caballico o Zamarrón o para compartir la fiesta como un vecino más.

-¿Qué le ha parecido la convidada popular?

-Maravillosa, todos hemos disfrutado por las calles y hemos compartido la merienda en armonía. Me encanta Villarino y sus tradiciones y entre todos tenemos que ayudar a preservarlas y que no desaparezcan.