-Las Directivas europeas están ahí y resulta difícil cumplirlas por parte de instituciones y grandes organismos.

-Establecen criterios de conservación y exigen previsiones y planes de desarrollo sostenible para las zonas afectadas. La realidad es que los planes no existen o pasan a ser una mera retórica de futuribles. Coordinar la conservación necesaria y el imprescindible desarrollo y crecimiento de los pueblos requiere un examen profundo y riguroso de las necesidades en ambos aspectos. Las decisiones poco reflexivas en materia conservacionista, imponiendo serias restricciones, pueden suponer la condena al subdesarrollo y abandono de la población rural en un amplio territorio y esto no es lo que propone la Directiva de Hábitats.