La actividad agrícola en Arribes del Duero recupera su pulso estos días con la recogida de la aceituna. Y lo hace de un modo tan artesanal como siempre, con personas que "ordeñan" a mano las ramas de los olivos, que varean el ramaje con cierta ternura o que agitan el arbolado con las nuevas máquinas vibradoras. De una u otra manera el fruto cae sobre las redes tendidas previamente bajo el árbol para satisfacción de los recolectores, que valoran el aceite como el producto estrella de la zona.

Todos hablan de una campaña "floja", y, sin aventurarse a dar cifras, nadie piensa recoger ni siquiera la mitad del año pasado. De hecho, algunos han reservado aceite de la anterior cosecha porque no quieren quedar cortos. El grosor alcanzado por el fruto de algunos olivos eleva los ánimos de los afortunados olivareros, que gustan de poner en sus manos la muestra para certificar que la aceituna bien cuidada puede llegar a tener un porte de excelencia.

Enrique Campos apenas se vislumbra entre la foresta de un olivo. Aparece encaramado pero asegura sus posiciones para castrar el olivo. "Hay que andar un poco fino para no caerse, porque a veces están resbaladizos" afirma. Aprovecha su estancia en las alturas para podar, y en el suelo se entremezclan las olivas y las ramas. Defiende la llegada de las redes porque antes se recogía la aceituna "en alparjuelas o directamente de entre la tierra y las hierbas del suelo".

Con una armonía y coordinación perfectas llevan adelante su trabajo José Flores y Aurora Juan en una parcela de olivos emplazada en el pago Peña Vela, de Fermoselle. Previamente colocan varias redes sobre diversos olivos y, Flores haciendo uso de la máquina, y Aurora Juan de una vara, en un pis pas trasquilan el árbol. Comienzan la tarea a las nueve de la mañana y en cuatro horas ven ante sus ojos la cosecha. Señalan que el año pasado recogieron 3.400 kilos y este año estiman que lograrán unos 1.200 kilos. Han estrenado la máquina vibradora, de menor peso, de forma que José Flores confía en ir para casa "menos molido que otros años". El buen ritmo que llevan y la moderada carga de los olivos les hace presumir que terminarán antes del puente de La Inmaculada, cuando se espera que Fermoselle sea un hormiguero de personas llegadas ex profeso para cosechar las olivas.

Los hermanos Iván y Pablo Domínguez Palacios también aprovechan estos días para recoger la aceituna, pero en Pinilla de Fermoselle, otra de las mecas del aceite en el Parque Natural Arribes del Duero. Como el resto, tropiezan árboles que muestran una cara lustrosa y otra cara empobrecida de fruto. Como recogen algunas olivas con una tonalidad verde afirman que son las adecuadas "para sabrosar". Pablo varea e Iván echa mano de la máquina. "Cuando el árbol está lleno da gusto" afirma Iván, cuyo sudor en la frente revela que realiza su empeño con dedicación.

Pinilla de Fermoselle también sufre este año la merma y masas destacadas, como El Fenuyal y el Olivar, presentan un panorama escaso.

Armando Bartolomé Fermoselle lleva la misión tranquilamente y en solitario. "Es un año malo", expresa. La anterior campaña recogió 1.300 kilos y este año cree que lo hará con 500. De cada olivo saca, salvo excepciones, medio canasto. "Este año no estrenamos la máquina vibradora" indica. Asi que ordeña y varea amorosamente cada olivo. En otro punto saca adelante su labor Rafael Pérez acompañado por Margarita Pérez. Lo hacen como se ha hecho toda la vida, "a palo y a mano".

Tanto en Fermoselle como en Pinilla miran con envidia hacia Portugal, con un arribanzo accesible y con caminos dignos. "Aquí estamos arrendados" manifiesta Flores. "Ahora mismo están mejorando los suyos" dice Margarita Pérez.

La jornada es apacible e idónea para el campeo. El sonido de las máquinas por una y otra parte evidencian la actividad, al igual que lo hacen las redes tendidas sobre el suelo, los vehículos aparcados y, en algunos puntos, el humo. Las almazaras de Virgen de la Bandera, de Sendim y Bemposta tienen abiertas sus puertas. Es difícil ver una cara triste entre los que recogen aceituna entre las copas de los árboles o a ras de suelo, por más que suden la camisa. "Es oro".