Claude Lacombe, profesor de Historia en la Universidad de Delbos Montignac, es autor de varios estudios y ha investigado la historia del Périgord, su región de origen. Fue así como descubrió la llegada a Zamora de eclesiásticos de la zona durante la Revolución Francesa.

-¿Cómo ha sido el recorrido hasta llegar a realizar esta investigación en Zamora?

-Todo empezó en 1989, con la publicación por la Universidad de Porto (Portugal) de una Historia de la Revolución Francesa redactada en el siglo XVIII por un eclesiástico francés anónimo que logré identificar en 1994. Se trataba de Bernard Labrousse de Beauregard, oriundo de Montignac (ciudad en la que fui durante una veintena de años profesor de Historia), refugiado y muerto en el pueblecito español de Villatobas, no lejos de Aranjuez. Publiqué entonces, en 1995, su biografía en una revista de la Universidad de Porto. Por otra parte, en los años 1990 había comenzado unas investigaciones sobre uno de los "Francos" (persona venida de más allá de los Pirineos), hay que pensar en la rúa de los Francos en Zamora?.

-Habla de Jerónimo de Perigueus, vinculado a Zamora como administrador de la diócesis...

-Jerónimo de Perigueus (1060-1120), oriundo de la región en la que vivo (le Périgord), fue capellán del Cid campeador, luego obispo de Valencia y de Salamanca, y administrador de las diócesis de Ávila y de Zamora. Estas investigaciones originaron mi primera estancia en Zamora y mi encuentro con José Carlos de Lera en el Archivo Diocesano. Tuve también la oportunidad de visitar la iglesia de San Frontis (Saint Front, un santo que vivió también en Périgord), iglesia creada por un Alduin de Perigord? En 2005, con motivo de una visita amistosa al Archivo, fue cuando me enteré de la existencia de un legajo referente a 148 eclesiásticos franceses refugiados en Zamora durante la Revolución Francesa. Había trabajado ya sobre el tema en 1997, para un congreso de historiadores en Burdeos.

-¿Fue complicado llegar hasta la información que buscaba?

-No tuve problema mayor para encontrar los documentos que reunían no menos de 14 listas de aquellos eclesiásticos establecidas en diferentes momentos de sus presencias en Zamora. Se encontraban todos clasificados en el mismo legajo. Lo que fue más complicado, fue identificar y localizar los lugares de alojamiento en los monasterios de Zamora o de Toro, pero sobre todo los ubicados en el campo o en pueblos apartados de estas ciudades.

-¿Qué importancia tuvo Zamora en la acogida de estos religiosos procedentes de Francia?

-Cuando en agosto de 1792 la Asamblea Legislativa francesa votó en París un decreto contra los eclesiásticos franceses que se habían negado a prestar juramento a la Constitución, éstos no tenían más de 15 días para abandonar el reino de Francia so pena de deportación a la Guyana. Fueron casi 8.000 y huyeron por carreteras o en barcos con dirección a España. Los 148 eclesiásticos que llegaron a Zamora lo hicieron a través de los puertos de Bilbao o de Santander, pero también por los Pirineos. Para algunos no fue más que una etapa para alcanzar otros obispados más al sur. Esta presencia en Zamora, bastante numerosa, atestigua las buenas disposiciones del obispo, Antonio Piñuela Alonso, para permitir esta acogida.

-¿Son normales los avatares que vivieron hasta llegar a sus destinos?

-Los avatares evocados en mi artículo son, para entonces, cosas corrientes. Los eclesiásticos refugiados no tienen mucho dinero personal a su disposición, hasta lo piden regularmente a su familia y cuentan con las limosnas de las misas que el párroco o el monasterio que les alberga les permite decir. Intentan también hacer tareas ajenas para ganar un poco de dinero.

-Y, según cuenta, son incluso rechazados por sus propios colegas religiosos...

-Los eclesiásticos franceses fueron considerados a menudo como cargas, bocas suplementarias que alimentar para estas parroquias o estos monasterios que tenían algunos problemas de gestión. La acogida en casas de particulares, voluntarios en principio, fue, al parecer, más fácil.