Sonó limpio el quejío de un toná y hasta el trébol se puso tieso y asomó las orejas. El mundo del flamenco zamorano no faltó a la cita. Otro año más, el tercero, los restos del flamencólogo José Blas Vega, tuvieron visita en un día señalado. La peña Amigos del Cante y la familia -con Maritere Ruiz a la cabeza- recordó al humanista que bebió todas las fuentes del cante jondo allí donde reposan sus restos, el patio que lleva su nombre en Morales del Vino.

Una oración sentida, un recuerdo apagado y un agradecimiento grande a quien quemó su vida en el intento de hacer universal una forma de expresarse que se enroca en el sentimiento.

Clemen, el cantaor de El Pego, activó con su voz ausencias y reverberaciones. Muchas veces la nostalgia seca lágrimas y las torna agradecimiento. Paso allí, junto a la acacia que abre sus alas para proteger a pardales y estorninos. Fue otra vez allí -porque el lugar tiene algo de mágico, de santuario del flamenco- donde se paró el tiempo. Morales se encogió y escuchó. Hubo silencio. Y respeto. Con eso basta.

Zamora no pierde la ocasión de homenajear a quien se hizo zamorano porque aquí sintió la fuerza de la amistad y del cariño. José Blas Vega sondeó bibliotecas y tabernas para buscar la esencia de un cante que no se puede explicar en las enciclopedias. Fue en Zamora, en esta tierra, donde comprendió que el jondo está al lado de los humildes y de los poderosos, de ricos y pobres. La única condición para poder abrazarlo es sentir. Por eso, aquí quiso quedarse para siempre.

El acto celebrado en Morales estuvo encabezado por el presidente de la peña Santiago García. También acudió el diputado y exalcalde de Morales del Vino, José María Barrios.