Por su experiencia con los caballos que se utilizan para los encierros taurinos y para modalidades como acoso y derribo, José Pérez y el resto de trabajadores del Centro Ecuestre saben que si los équidos están acostumbrados a moverse entre bóvidos mansos trabajarán mejor cuando se enfrenten a un toro bravo. Hay un factor clave, el caballo pierde el miedo, pues está viendo al mismo tipo de animal de siempre, una vaca.

En un encierro, el caballo acostumbrado a trabajar entre vacas se encuentra en el mismo entorno de siempre, está tranquilo, es disciplinado y obedece mejor al jinete. Así se evitan los habituales accidentes en los que los caballistas son derribados porque el équido entra en pánico y huye cuando se le acercan los astados, accidentes que en ocasiones han llegado a ser mortales.

Por eso en este centro ecuestre de Vezdemarbán también ofrecen su vacada para los caballistas aficionados a la tauromaquia y los encierros. "Practicar con su caballo entre las vacas es un ejercicio que también puede ayudar al propio jinete de cara al día del encierro", aseguran desde la empresa.

Sin garrochas

Sin embargo, ni en estos entrenamientos ni en la doma "western" se hace daño a los bóvidos, pues no se utilizan ni garrochas ni lanzas. Al contrario, la disciplina consiste en que las reses obedezcan solo a través de los movimientos del caballo, que debe tener aprendidas las órdenes de su jinete.

La compenetración entre jinete y caballo es el aspecto más importante del deporte. Las maniobras deben ser rápidas y limpias. Dicha compenetración permite que el équido se comporte como debe en otros contextos, como el de un encierro, si se le traslada allí. La compenetración entre los jinetes también es importante en muchas de las modalidades de equipo de la doma "western".