La relación entre los pobladores de la Tierra Vieja y el Marquesado de Tábara fue un continuo sinvivir para los humildes plebeyos sufriendo los abusos de sus señores. Para colmo de desgracias, cada vez que acudían a la Justicia, con razón o sin ella, la sentencia siempre era a favor del noble. Fue lo que llevó a los tabareses a firmar una Concordia el 2 de febrero de 1561, que lejos de aliviar su situación la condicionó y los condenó durante más de tres siglos. Para empezar los tabareses quedaban obligados no sólo a pagar sino a "que el pan de las restas y diezmos lo han de traer, los concejos, a las paneras (del Marqués), sin intereses algunos". Cuando llegaba la hora de hacer arados o aparejos para los carros se les daba licencia para cortar la madera durante todo el año pero sólo de roble. Cazar si que podían cazar, pero les quedaba prohibido "en ninguna manera caza mayor de jatillos, puercos, gamos, corzos, ni venados en todo el años" ni perdices en julio y agosto, que era lo que podía aliviar el hambre. La concordia no solo obligó a los vasallos a retirarse de todos los pleitos contra su Señor sino que este reforzó su dominio y el cobro de los censos y foros a los pecheros.