Sin carreteras no hay progreso. Verdad verdadera, tanto como que cuando la vida de las personas esta en juego, el fin no justifica los medios. La 631 nació para vertebrar y vertebra las comunicaciones entre Zamora y Galicia por tierras de Castrotorafe, Alba, Tábara y La Carballeda manteniendo una estructura, diseño y trazado prácticamente original al de sus orígenes como 525, pero hoy solo su catalogación, el nombre, hace gala de una categoría en la que ni mucho menos cumple sus prestaciones. Quienes circulan por ella saben que salir a la Nacional 631 es una aventura, más bien una ruleta rusa, donde puedes disfrutar del bello ecosistema o darte de bruces con un ciervo, un jabalí o un lobo donde lo menos que le puede pasar es dejar el choche siniestro total o perder la vida como ya le ha pasado a muchos. La carretera ofrece un circuito incongruente de continuos cambios de rasante, curvas y un firme en peor estado que muchos de los caminos asfaltados del Plan de Ordenación de Explotaciones de Aliste y Sayago. Cruza los pueblos a su libre albedrío como reino de taifas de coches y camiones, olvidándose que las personas también tienen que cruzarla pero no hay ni un santo paso de peatones. Alcaldes, vecinos y usuarios han dicho basta y van a reivindicar su derechos. Lo raro es que no lo hayan echo antes. Las carreteras deben ser pasarelas hacia el progreso no caminos hacia la muerte. Por eso, el Ministerio de Fomento está obligado convertir la Nacional 631 en una carretera de primera que sea para los pueblos y sus gentes un camino hacia la mejora de la calidad de vida, fuente de desarrollo social y económico.