Hace ahora un año, en octubre de 2014, durante sus largos paseos por el campo Pedro Rosón decidió que su misión en Zamora estaba agotada. Quería volver a su "segunda patria", al Perú que tan feliz le hizo durante 15 años de misión evangélica en tres etapas distintas. A sus 68 años se marcha ligero de equipaje y con "contrato indefinido", bromea sobre su billete de ida sin vuelta. Atrás deja una larga familia de ocho hermanos -él es el pequeño- y "muy buenos momentos" en la última década como párroco de La Bóveda de Toro, Villabuena del Puente, El Pego y Guarrate. Pedro Rosón parte hoy rumbo a Casca, una ciudad en la costa peruana donde trabajará en una residencia de ancianos recogidos en la calle; personas sin nombre ni apellido a quienes nadie reclama y que ni su entierro pueden pagar. Se va con los marginados de los marginados.

-¿Por qué ha tomado esta decisión a su edad?

-Después de diez años trabajando en La Bóveda, Villabuena del Puente, El Pego y Guarrate pensé que mi misión había terminado, que ya no aportaba nada más a la gente y los pueblos están necesitados de novedades. Me parecía que podía ejercer el ministerio como cura desde un servicio más comprometido y entregado a la gente; creo que ya no aportaba mucho y empezábamos a entrar en una monotonía que no nos ayudaba.

-¿No es entonces más una necesidad suya, que echa de menos la misión en Perú?

-Es cierto que a quien ha pasado por el tercer mundo le deja marcado, deja una huella grande en todo y cuestionas muchas cosas de este mundo.

-¿Cómo qué?

-La indiferencia en la que vive la gente. Pese a la crisis hay mucho despilfarro, la sociedad de consumo sigue motivando mucho a la gente, hay una falta de trascendencia tremenda. Allí (en Perú) hay masas tan grandes de gente que vive en una pobreza tan grande, que yo me pregunto, ¿qué hago aquí?.

-Pero la crisis también ha empobrecido a muchas personas en el primer mundo que viven situaciones de verdadera necesidad, aquí también hay misión que hacer ¿no cree?

-Sí, pero aún así la diferencia sigue siendo muy grande, tanto a niveles de educación como de salud. Aunque seamos muy críticos tenemos una Seguridad Social con muchos servicios que allí es impensable, por ejemplo.

-¿Qué va a hacer allí?

-Después de haber estado en plena cordillera soy sensato y a mi edad no estoy para subirme a 4.000 metros. Me voy con un zamorano amigo, Simón Piorno (de Carbellino de Sayago) obispo de la Diócesis de Chimbote. Estaré en un pueblo llamado Casma para prestar servicio en una residencia de ancianos de la Diócesis, personas mayores recogidas en la calle, sin nombre ni apellidos, a los que alimenta y da sustento la parroquia. Personas tan pobres que no tienen ni para pagarse el entierro, ancianos a los que nadie reclama. Y también voy a apoyar a un pequeño hospital donde pasan consulta campesinos y pescadores.

-Nada que ver con su misión en la Zamora rural.

-He estado muy a gusto en los cuatro pueblos de La Guareña, he sido feliz y he intentado servir a la gente, por eso no quiero defraudarles. Quiero quedarme con este recuerdo.

-Deja una Iglesia muy cuestionada en ciertos aspectos ¿usted cómo la ve?

-Creo que estamos perdiendo la orientación, el norte, el sentido de la trascendencia. Ahora mismo nuestro techo está muy bajo, me refiero a nuestra ligazón a un Ser superior, a la vivencia real del Evangelio.

-¿De quién es la culpa, de la Iglesia o de los feligreses?

-La culpa es de todos porque al final todos somos Iglesia. No sabría responder porque yo también me lo pregunto, pero sí pienso que no estamos respondiendo a la nueva situación que estamos viviendo.

-¿En Perú encuentra la respuesta?

-A eso me voy, en busca de respuestas.

-¿Esa vivencia del Evangelio es más cercana entre los más pobres de la tierra?

-En los pueblos de Zamora donde he estado no solo no he tenido lejanía sino que he vivido momentos gozosos, pero ahora busco la cercanía hacia otras personas que viven en un estado muy precario.

-Como esas legiones de emigrantes que huyen de la guerra, sobre todo de Siria...

-Me parece terrible lo que está pasando. No tengo posibilidad de dar respuesta, quizás si la hubiese tenido me hubiera incorporado a alguna misión para ayudar. En cierto modo hay alguna similitud con el lugar donde voy porque en Perú mucha gente huye del terrorismo de Sendero Luminoso.

-¿Qué opinión le merece este Papa que está rompiendo tantos tabúes de la Iglesia?

-Me parece bien. Creo que toca la realidad, es un hombre que ha vivido cercano al pueblo y habla con un lenguaje que todos entendemos, aunque también creo que este Papa va a conseguir más admiradores que seguidores.