Generaciones de escolares de Villarrín de Campos forjaron su formación durante buena parte del siglo XX en el Colegio Santísimo Cristo de los Afligidos, que estuvo abierto desde 1923 hasta su último curso, en el 1972. Francisco Trancón, Inspector de Educación y estudioso de la historia de Villarrín, ha rescatado la memoria de aquel centro religioso y privado, cuya titularidad ostentaba el Obispado de Astorga, al que por aquellos años pertenecía el pueblo de Villarrín de Campos.

Son muchos los hijos de Villarrín de Campos que aún recuerdan su paso por una institución que vio la luz de la mano de Matías Alonso, hijo del pueblo, benefactor e impulsor del centro. Esa latente memoria sentimental y su vinculación a la educación han llevado a Francisco Trancón a indagar en este capítulo en la historia de Villarrín.

"Es sorprendente descubrir que este municipio de Tierra de Campos, con mil y pico habitantes en aquella época, poseyera una red educativa tan completa en un periodo en el que el analfabetismo y las escasas inversiones en educación eran patentes" precisa el autor. Hay que situarse en la precariedad de la España de los años veinte del siglo pasado para valorar aún más la singularidad de este centro, donde se desarrollaba "una metodología muy interesante y moderna para la época" revela Trancón.

Y lo prueba el hecho de que estuviera descartado el castigo corporal y físico, el trato tan personal de los maestros con los padres, el seguimiento completo del alumno, el prestigio del profesor como un líder respetado pero no temido o las actividades físicas e intelectuales que desarrollaban. "Estamos hablando de gente muy abierta, que desarrollaba una pedagogía muy avanzada; tanto los Marianistas, en una primera época, como los Maristas era muy intelectuales, tenían conocimientos musicales muy avanzados, enseñaban a tocar el órgano, era en definitiva una educación muy innovadora para la época" detalla Francisco Trancón.

De acuerdo con los datos que el autor revela en el libro, en el primer curso (1920-1921) cuando la institución estaba dirigida por los Marianistas, asistían 90 niños a las clases de la mañana y 48 adultos por la tarde. La media se mantenía, pues al curso siguiente eran 80, al siguiente, el de 1922-23, fueron 93 niños y 27 adultos. Una cuota similar de matrícula se mantuvo durante el periodo que el colegio estuvo regido por los Hermanos Maristas. Más tarde otros colectivos educativos se hicieron cargo del colegio, aunque en esas épocas no se profundiza en el libro por falta de documentación. Es la época en la que se hicieron cargo dos sacerdotes diocesanos (1932-1842); las Josefinas Trinitarias (1942-1960); Hermanas Oblatas de Santa Marta (1969-1972) y funcionamiento en ese periodo de un colegio libre adaptado.

El Colegio Santísimo Cristo de los Afligidos fue fundamentalmente de niños, salvo en el periodo regentado por las Trinitarias, cuando la matrícula era mixta. Y otro dato singular es que esta institución convivió con la escuela pública, aunque las condiciones del centro religioso eran mucho más favorables. Por ejemplo, si en los inicios del siglo XX las clases de un colegio público podían reunir hasta cien alumnos, en el Santísimo Cristo la ratio no superaba los 30.

Revela Francisco Trancón en su investigación que el edificio, ya inexistente, constaba de un pabellón con dos pisos, frente de ladrillo prensado, amplios ventanales, sobre todo en el bajo donde se alineaban las aulas escolares de 8 por 6 metros cada una; la capilla, de la misma amplitud, y dos salas algo menores. En el primer piso había un salón-teatro "que sorprende gratamente, con su completo escenario y su muy discreta presentación, de 20 por 8 metros". También estaba la zona de estancia de los hermanos, con cinco habitaciones; la sala de profesores, un despacho, comedor y cocina, cuarto de baño y ducha, todas separadas por el pasillo central "cómodo y recoleto". Un patio de 50 por 25 metros y una huerta de 80 por 45.

Como destaca Francisco Trancón el colegio dejó una impronta cultura en Villarrín de Campos que se ha traducido en hornadas de personas de alta formación. "Del pueblo ha salido un alto porcentaje de personas con estudios medios y superiores, profesionales de diversas disciplinas: médicos, farmacéuticos, abogados, profesores de todos los niveles de la enseñanza, ingenieros, arquitectos, constructores, escritores, artistas, empresarios, militares...". Y por supuesto una destacada legión de sacerdotes y monjas.

La edición del libro ha sido patrocinada por la iglesia de la Asunción de Villarrín de Campos y la publicación se incluye con el número 11 de la revista cultural del fondo editorial de la Asociación Cultural Carpe Diem. Los vecinos de Villarrín podrán dispondrá de esta obra en las próximas fiestas del Cristo.

Todo un legado para los hijos de este pueblo terracampino, muchos de los cuales bebieron de las enseñanzas impartidas por religiosos y monjas que cumplieron la "dura pero hermosa misión de formar".