"A este paso quienes vamos a ser declarados en peligro de extinción somos los ganaderos". Loli Martín Andrés lleva casi tres décadas criando vacas junto a su marido y nunca había pasado por semejante trance. En año y medio ha tenido que sacrificar 22 animales que dieron positivo en tuberculosis durante los controles de saneamiento, aunque los análisis del matadero demostraban que estaba sanas. Una explotación cuidada "a capricho", con todo el celo para mantener la pureza y evitar enfermedades; "nunca nos había dado problemas y ahora estamos en vilo" confiesa esta ganadera de Cabañas de Sayago. Y lo que es más grave, la explotación está paralizada para realizar cualquier operación con los animales en vida.

¿Qué está pasando? Ellos lo tienen muy claro. Los problemas comenzaron "cuando llegaron los corzos" precisa Loli Martín al pie de su explotación, rodeada de fincas dedicadas a la caza mayor donde se cría fauna salvaje, "tanto jabalíes como corzos o gamos sin ningún control". Ellos ya venían notando la presencia de estos animales desde hace más de dos años, pero el susto llegó "el año pasado por los ajos (en junio), cuando un control de saneamiento arrojó los dos primeros positivos en las pruebas gamma. "Y ya nos paralizaron todo, no puedes matar nada para vida, todo tiene que ir al matadero y no vale lo mismo".

A los tres meses, cuando no se habían recuperado del susto, salieron otros dos casos; a primeros de diciembre otros cinco y en abril trece. En total 22 vacas sacrificadas y un quebranto económico de aproximadamente 22.000 euros. "Tardé diez meses en cobrar la indemnización de las primeras dos vacas, luego ya no, fue más rápido pero hemos perdido mucho dinero. El matadero te da como mucho 400 euros por cada vaca "enferma", la administración 540, total unos 900 euros, cuando cada uno de estos animales como mínimo mínimo vale 2.000; muchas de ellas son puras y pueden llegar a los 2.500 euros" cuenta la criadora.

Lo que verdaderamente indigna a estos ganaderos es que estén pagando las consecuencias de un "descontrol total" de la fauna salvaje que se está asentado en la zona en forma de explotaciones cinegéticas. "Entiendo que a los cotos de los pueblos no les hagan saneamiento porque los bichos andan por todos los sitios, pero la gente que se dedica a criar la caza mayor tiene una explotación como yo. Y si a mi se me exige tener a mis vacas saneadas, como es normal y no nos negamos a ello, que estos animales salvajes pasen por los mismos controles porque nos están contaminando a nuestro ganado, cuando nunca habíamos tenido problemas".

Resignada a los daños del jabalí en los sembrados y prados que llevan padeciendo desde hace años, la ganadera no está dispuesta a soportar "la contaminación" de sus vacas por falta de control de otros animales; "ya estamos hablando de enfermedades, es mucho más serio".

Si la convivencia va a tener que ser un hecho "deben someterse a los mismos controles que nosotros; yo me dedico a las vacas nodrizas y a los terneros, ellos a los corzos y jabalíes, son explotaciones de cría de ganado igual. Me parece muy bien que vengan los señoritos madrileños a cazar a Zamora y que dejen aquí dinero pero todos tenemos unos deberes y parece que ellos solo tienen derechos".

Loli Martín ya puso este problema sobre la mesa durante la reunión de representantes de la Alianza por la Unidad del Campo con el delegado territorial. "Nos dijeron que iban a mirar cómo están catalogadas estas fincas para saber si tienen que hacer controles o no, pero nosotros exigimos que se hagan. Me parece bien que maten a mis vacas si están enfermas, pero no están actuando contra los que nos están contagiando esas enfermedades" se queja la ganadera. Porque el problema es de mayor calado, ya que su caso es "uno más en toda esta zona; por aquí se han hecho varios vaciados sanitarios (sacrificio de todos los animales)".

El sacrificio puede llegar a ser un mal menor al lado de las consecuencias que la declaración de la enfermedad puede tener en la cabaña ganadera. "Además de tener este año 22 animales menos, no voy a tener terneros, tengo que esperar cuatro años a que las vacas vuelvan a parir porque tampoco puedes meter ganado ni hacer trashumancia" especifica Loli Martín a la vez que insiste en las inspecciones a las fincas que están criando la fauna salvaje.

"Vas tirando de malas maneras con tu negocio, te pones a criar novillas nuevas y se te quitan las ganas de hacer nada porque te lo van a matar; hemos montado esto siendo muy exquisitos, con todo el cuidado y estás temblando por un problema ajeno que nos hace mucho daño" sentencia Loli Martín.