La invasión de los cascos urbanos por la fauna salvaje autóctona y alóctona ha llegado a su máxima expresión en la localidad de Valer de Aliste donde una pareja de visones americanos han fijado su morada habitual en plena Plaza Mayor junto al cauce del río Frío, a diez metros de las casas y de la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Mérida. Los visones se han habituado a la presencia humana y no dudan salir a cazar su presas o tomar el sol mientras son observados por niños, jóvenes y mayores.

El problema está en que el río Frío fue declarado en 2014 coto intensivo de pesca por su riqueza en flora y fauna piscícola y se teme que de no tomarse medidas urgentes puedan a acabar con ella. De hecho se le puede ver cada día portando sus capturas cangrejos señal, ranas comunes y sardas y paseando por la calle. En algunos pueblos se han detectado nuevos hábitos en la comida de los ungulados, dándose casos, como en San Mamed, donde los ciervos, han añadido a su dieta las sandías, algo que los expertos hasta ahora no consideraban habitual.

En los últimos años se estaban cebando, junto a los corzos, con las lechugas. Los propios ciervos "arrancan las patatas con las patas para comérselas, lo cual esta obligando a adelantar la recogida de este preciado tubérculo". Las esperadas lluvias, a corto plazo, no se divisan en el horizonte, por lo cual los agricultores y hortelanos tendrán que seguir ingeniándoselas para que sus cultivos no se vean expoliados por la fauna salvaje. La eterna lucha por la supervivencia entre el hombre y la fauna, -y la polémica-, ya está servida.