La novela "Amigo Miedo", del periodista Javier López Rodríguez de San Ciprián de Hermisende, recoge como elemento esencial el paso del general republicano Caminero por Sanabria y su paso a Portugal por Hermisende, una vez que fracasó su intento de entrevistarse con los acuartelamientos del noroeste para parar la Guerra Civil. El autor presentó en Lubián su obra en castellano, originalmente en gallego, acompañado del alcalde Felipe Lubián y el representante de Ediciones de la Discreta, Emilio Gavilanes.

El hilo conductor del relato es la memoria de uno de los guías que acompañaron al general a entrar en Portugal, tras no poder regresar a Madrid tras pasar por los cuarteles de Orense, León y Astorga para que no se sumaran a la sublevación. El autor se toma la licencia literaria de trasladar al protagonista de Lubián a San Ciprián sin pretender "ser un libro de Historia".

El miedo es el compañero de viaje del joven guía, de 15 años, que le obliga a hacer un relato diferente de los acontecimientos de esos días. El miedo le acompaña hasta la última etapa de su vida en que asaltado por un estudiante de Historia rescata sus recuerdos a la pregunta de si fue el guía del general.

López reconoció que "la historia del general Caminero que yo conocí en los libros de los libros no tiene nada que ver con la historia que contaban la gente en voz baja y con miedo. En mi casa no se hablaba de esas cosas, se lo oías a algún vecino". En su pueblo natal el general quedó como un "cobarde" cuando comprobó que la única salida para regresar era por Portugal. Javier López no trata de reparar la figura de Caminero, cuya labor para frenar una guerra queda sobradamente acreditada en los libros de historia, "sino que me sentía obligado a reconocer el mérito de tratar parar una guerra que podía haber salvado muchas vidas, y no lo consiguió". Un figura y una labor "que se merecía un monumento". El testimonio del general de su salida desde Alta Sanabria a Portugal quedó recogido en una entrevista en ABC donde relató que tras un camino largo llegó a Moimenta, y que deja clara cuál fue la ruta de salida.

En ese "camino largo" surgen momentos como el encuentro con un grupo de niños que están en la calle y al ver pasar al general se esconden en el horno. Todos menos una niña de 2 años subida a una escalera, que el general recoge en sus brazos y besa por valiente. Otra vecina dio de comer a la expedición en su camino, y un tercer encuentro con un pastor que regresaba con su bota de vino al hombro, pero vacía. El general le preguntó que llevaba en la bota. La respuesta fue "aire". Y la réplica del militar "aire es lo que llevo yo", que se interpretó en el pueblo que iba fugado.

Y aún es posible encontrar testimonios reveladores de testigos vivos, como el de un vecino de San Ciprián que contó al escritor que además de los dos ayudantes y los dos guías, acompañaban al general una treintena de trabajadores del ferrocarril de Requejo que espontáneamente formaron una escolta para garantizar que Caminero consiguiera pasar a Portugal.

Los guías de la historia real eran de Lubián. Uno de ellos tuvo que exiliarse y otro fue condenado a muerte aunque el cura le salvó cuando fueron a hacer la "saca".