Fermoselle celebró ayer su tradicional homenaje a los emigrantes. En la villa de los Arribes ya forma parte de la costumbre aprovechar las fechas estivales y festivas anteriores a San Agustín, cuando parte de sus hijos en la diáspora regresan a su tierra natal, para recordar a todos aquellos fermosellanos de diferentes generaciones que han tenido que abandonar su casa para ganarse la vida lejos de Sayago.

A las siete de la tarde medio millar de fermosellanos se reunían en la Plaza Mayor para participar de este ejercicio colectivo de memoria. La mayoría de ellos son emigrantes, o lo fueron hasta el día de su jubilación, los demás tienen a familiares cercanos y queridos trabajando muy lejos del Duero. Todos juntos caminaron en romería, tras la agrupación de Tamborileros de Fermoselle hasta el parque situado a la salida de la localidad donde descansa el monumento al emigrante esculpido por el artista zamorano Ricardo Flecha Barrio.

En este paraje que se asoma a los Arribes la música romera dio paso al silencio para oír la misa campera en recuerdo de los emigrantes, a la que asistieron el alcalde, Alejandro Fermoselle, y su equipo de Gobierno local, "para participar en este reconocimiento a aquellas personas que por unos u otros motivos se vieron obligadas a emigrar por todo el mundo para ganarse la vida", en palabras del regidor de la localidad, quien incidía que "en estos días de fiesta es cuando más nos acordamos de los que están lejos", a pesar de que bastantes de los hijos de la villa pasan sus vacaciones disfrutando de los festejos de San Agustín.

Tras la ceremonia explotó el ambiente festivo al ritmo de la flauta y el tamboril, mientras los romeros disfrutaban del aperitivo ofrecido por el Consistorio a base de cacahuetes y limonada.

La emigración es un fenómeno que afecta a toda la provincia de Zamora, pero se vive con especial intensidad en Fermoselle, cuyas gentes parecen nacer con el espíritu aventurero y viajero impreso en los genes. La sangría demográfica sufrida en la villa de los Arribes es tal que aunque llegó a tener más de 8.000 habitantes hace un siglo, hoy son poco más de 1.500 los empadronados en el municipio.

Los fermosellanos comenzaron emigrando a América Latina, a naciones hermanas como Venezuela o Argentina, y más tarde a países europeos como Francia, Suiza, Bélgica o Alemania. En la actualidad hay numerosos hijos de la villa repartidos por las regiones más industriales de España, como Cataluña y el País Vasco, consecuencia de las oleadas de emigración interna que afectaron a todo el interior de España a partir del franquismo. Hoy los fermosellanos siguen emigrando.