Justo Alejo vuelve a Formariz. El pueblo en el que nació el poeta le dedica una exposición conmemorativa en el marco del 80 Aniversario de su nacimiento. "Justo Alejo. ¡Velay!" es el título de la muestra, una expresión de "la llaneza y autenticidad con que escribió y vivió" argumenta José Martín Barrigós. El escritor y periodista sayagués es uno de los promotores y alma de esta nueva iniciativa que se propone reparar el inexplicable olvido al que durante años ha estado condenado un creador irrepetible, atormentado y genial.

La muestra sigue un recorrido histórico por la vida de Justo Alejo, que hunde sus raíces en Formariz, "Tierra de sosiego eterno?". El pueblo y sus gentes, la madre y su infancia sustentan los primeros años de Justo. Hijo de madre soltera, la pasión por aquella mujer marcó su vida tanto que la ausencia le golpeó el alma sin remedio. Era, en palabras de Martín Barrigós, un amor "sano y reconfortante, limpio de complejos o enfermiza dependencia".

Consideración que comparte Teófilo Moralejo, el amigo de la infancia y hoy también velador del legado del poeta. "El fallecimiento de Rosa Alejo supuso para su hijo una herida sangrante ya perenne y sin cura posible. Desde el momento en que ella le falta, comenzó solo a ver sombras en su existencia hasta el día en que le fue del todo insoportable seguir viviendo" sostiene Barrigós en el relato de la muestra que permanecerá abierta hasta el 16 de septiembre en las antiguas escuelas de Formariz.

Una exposición salpicada de referencias a Justo, de la mano de amigos, estudiosos y colegas. El poeta y ensayista Antonio Piedra incide en la inspiración de las raíces. "Ninguna fuerza tan decisiva en la emergente imaginación poética del niño Alejo como la naturaleza de Formariz de Sayago". El origen inoculado en su obra. "Su pluma elevó lo vulgar a la categoría de singular" escribe Francisco Pino. "Cuando firmaba A. Lejos, firmaba con toda su entraña. Es verdad que se hallaba muy lejos, muy lejos de lo establecido".

El periplo vital continúa en León donde ingresó en la Escuela de Aviación, en busca de expectativas profesionales que se vieron frustradas por una enfermedad que le obligó a volver a Formariz durante más de un año. Como refleja la muestra, León es importante en la vida de Alejo porque se le abre un horizonte profesional; "Allí se va a fraguar su insaciable curiosidad por saber, germen de su futuro y del deslumbrante bagaje de títulos universitarios e idiomas hablados".

Valladolid supone el gran despertar literario. Reenganchado a la milicia, éste será "el recurso que le permitirá dedicar su vida al estudio y a la literatura, y ayudar a su madre y a sus hermanos a sobrellevar la dura vida campesina de Sayago". Es allí donde se hace poeta, maestro e inicia sus estudios de Filosofía y Letras. Y es donde entra en contacto con la librería Relieve, "un recogedero de gentes - en definición de Blas Pajarero-; de seres iluminados, seres confusos". Desde la siempre certera visión de Alejo: "Éramos náufragos colindantes, charlábamos por costumbre sobre posibles indicios de oro en el horizonte".

Y de Valladolid a Madrid, a donde es destinado en 1966. Allí nace su hijo, escribe en las revistas Triunfo o Poesía, donde estrecha relación con Claudio Rodríguez y otros poetas de vanguardia. Pero la gran ciudad no es para él y busca refugio en Flechas. El pueblo alistano merece otro de los paneles expositivos. En aquel "remanso de paz" se entrega al amor de una moza campesina que daría a luz a una niña, Alba, cuatro meses después de la muerte del poeta.

También se detiene la exposición en el paso del poeta por París; como tantos artistas, Justo se rindió a su hechizo y se enamoró en aquel vergel de cultura y libertad que duró menos de lo esperado.

En Madrid cada día se encuentra más incómodo como miembro del Ejército de la Dictadura, pero la llegada de la democracia tampoco le saca de esa desesperación en su búsqueda de un ideal. Y el 11 de enero de 1979 Justo Alejo pone fin a su vida, arrojándose desde una de las ventanas del Ministerio de Aire, donde trabajaba.

"Nos dejó solos, se marchó en los mejores años, cuando ya era importantísimo" evoca Teófilo Moralejo. Él con Martín Barrigós y gentes de Formariz constituyeron la Asociación Alaciar y luchan por reparar un olvido inconcebible. "Hace tres años empezamos a luchar por él, no nos parecía bien que haya una lista de poetas zamoranos, a los que tengo gran respeto, y Justo no estuviera entre ellos" reivindica Moralejo.

La exposición muestra también esa riqueza creativa del poeta. La trayectoria vital a lo largo de los seis paneles explicativos se complementa con originales de algunas de sus obras, primeras ediciones de los pliegos de cordel y de sus libros, colaboraciones periodísticas... Y como objetivo más personal, la cuna en la que vino al mundo Justo Alejo.

Un trabajo dignísimo y necesario que bien merece traspasar horizontes más allá de la referencia imprescindible de Formariz.