La descripción del consultorio médico de Linarejos, punto de encuentro ayer para iniciar la ruta, es significativa de la precariedad de los servicios. Las antiguas escuelas convertidas en consultorio se asemejan más a un dispensario del siglo XIX, donde un biombo sirve de separación entre el médico y el área dedicada a la sala de espera. El poco mobiliario que hay es viejo y reciclado. No hay aseo, solo un lavabo que da grima verlo. El médico, por no tener no tiene ni silla, sino que se acomoda en un banco corrido. El paciente, no tiene mejor suerte, en otro banco corrido. Por carecer que no sea, hasta los pacientes carecen de intimidad, ya que el que espera turno en la consulta se entera de los problemas médicos de quien o quienes le precede. Incluso puede asistir a una lección de anatomía en cuerpo ajeno. La vieja escuela es un espacio polivalente con cámara refrigeradora que evidencia su uso para reunión social en las fiestas.