De nuevo los lobos han vuelto a cebarse en la explotación de ganado ovino de la dehesa La Carva, situada en el término de San Román de los Infantes, anejo de Pereruela, dejando sobre el terreno una tendalera de nueve ovejas muertas.

Es el segundo ataque perpetrado por los predadores en menos de un mes, pues el pasado 20 de julio ya ocasionaron la muerte ocho ejemplares en otra incursión. La propia guardería medioambiental certificó entonces, tras revisar el cuadro de cadáveres tendidos por la finca y analizar las mordeduras y resto de pelo, que los autores del descalabro no eran otros animales que los lobos.

Este nuevo desastre fue descubierto en la mañana de ayer por el pastor cuando se acercó de buena mañana para atender el ganado. Es una situación que viene temiendo desde hace tiempo porque lleva meses tropezándose con los lobos que andan la late de las ovejas, o notando su presencia por las huellas plasmadas sobre el terreno. Pero sobre todo por la contundencia de los hechos.

Los responsables de la explotación, tras el descubrimiento de la matanza, han puesto el caso en conocimiento de la guardería medioambiental para que proceda a tasar los daños producidos al ganado con el objetivo de obtener luego la compensación a los daños y el lucro cesante originados por el ataque de los cánidos. También se dio con aviso al seguro suscrito que, en este caso, también incluye los daños del lobo, un requisito exigido por la Junta de Castilla y León para responder de los daños por vía patrimonial.

Fuentes de la explotación afirmaron ayer que estos desastres conllevan, además de las pérdidas directas, unos perjuicios derivados "del estresamiento de los animales y en los posibles abortos" de las ovejas que han vivido de cerca una situación de muerte.

El titular de la explotación, Gonzalo Ontiveros Miñana, remitió tras la anterior lobada un escrito a la Junta de Castilla y León solicitando que "haga un seguimiento por parte de la patrulla lobo y se eliminen los animales que hacen causar bajas al rebaño, ya que al estar al sur de Duero se nos deniega la posibilidad de organizar una batida".

Pone de manifiesto que "en la dehesa pastorea un rebaño de ganado ovino de raza castellana, en condiciones de explotación extensiva", y deja claro que "el ganado está sufriendo repetidos ataques, no solo los conocidos por la patrulla del lobo, sino que faltan animales enteros sin que se encuentren un hueso para poder informar lo sucedido a las autoridades pertinentes". Es de resaltar la presencia de numerosos bandos de buitres existentes en Arribes del Duero que rápidamente aprovechan todas las oportunidades que se presentan.

Hace hincapié en que "a la pérdida de ganado adulto que esto supone, se añaden los abortos sufridos por las ovejas en los días posteriores a los ataques, así como la reabsorción embrionaria de aquellos animales en los primeros estadios de gestación, como consecuencia del estrés provocado por los cánidos sobre los efectivos del rebaño".

El hatajo de ovejas que se mantiene en las proximidades del caserío está vigilado por un mastín que presenta un aspecto acobardado, no se sabe si por el acoso de los lobos o por otros perros. Pero el pastor que atiende el ganado ya puso de manifiesto la existencia de al menos una manada de lobos de varios individuos en la zona, que tienen más que sobreojo a las ovejas de la explotación. También reparó en los cuantiosos trastornos que suponen estas lobadas para los pastores, los dueños y el propio ganado.

El "sensacionalismo" de la prensa, al que una y otra vez hacen referencias algunos naturalistas, es una cuestión que molesta a los ganaderos que recurren a la información pública para dejar constancia de los daños que ocasionan los cánidos y que reclaman con urgencia medidas de control para hacer viable la explotación, y soluciones al problema.