La Iglesia de Santiago, la escuela de niños y niñas, los pontones, los molinos, las casas? los vecinos de Sandín no guardaban memoria gráfica de su pueblo anterior a la década de los sesenta.

El pueblo fue parcialmente inundado en 1965 por las aguas del embalse de Cernadilla y solo atesoraban recuerdos en la memoria. Los fondos fotográficos facilitados por la empresa Iberdrola a la asociación cultural "El Pedazo" han posibilitado organizar la exposición "Sandín sobre las aguas".

Las primeras 22 imágenes han permitido a los más mayores reforzar sus recuerdos y a los más jóvenes descubrir cómo era el pueblo hace medio siglo y los edificios que dieron entidad al pequeño enclave carballés.

Las fotografías se tomaron entre el 19 de mayo de 1965 y el 29 de marzo de 1966, como trabajos previos a la construcción de la presa y el patrimonio urbano que se vería afectado. En el pueblo había un centenar de casas, cuyos vecinos vivían de la agricultura y la ganadería. Era un pueblo relativamente "bueno" con seis cantinas en esa década, recuerda Florinda Domínguez.

La vicepresidenta de la asociación, Elena Hernández, subraya que la exposición ha despertado el interés de los más jóvenes que no sabía cómo era el pueblo, ni cómo era la iglesia. Elena Hernández ha agradecido a Iberdrola, y particularmente a Leire Vicente, la cesión temporal de las fotografías para poder hacer la exposición.

La iglesia, en este caso de Santiago, es el edificio más importante de un pueblo. La de Sandín lo era "en piedra y del siglo XIII", afirman las vecinas que han indagado en la posible datación del edificio. Con dos puertas, de arriba y abajo, y un cabildo cubierto en la puerta de arriba.

La iglesia la demolieron "con pólvora" aunque antes recuperaron el retablo y dos campanas, colocados en la iglesia que se construyó de nuevas y que despierta el encanto de los vecinos. Los mayores echan en falta algunas de las imágenes del altar mayor y otros dos retablos , además de una tercera campana llamada "el campanín".

Enrique Matellanes señala los cinco molinos que había en el pueblo donde "había que ir de noche con el saquito al hombro" para dejar el centeno. El molino funcionaba todo el día y toda la noche. En ellos se molía centeno. A Herminda Villar le tocó muchas veces ir al molino. Por el camino no podían entrar el carro por eso había que hacerlo al hombro o ayudados del burro.

De los recuerdos se rescatan sus nombres, el del arroyo el Reguero, Majada Grande, El Couto, Las Huelgas, el Pisón? nombres que rememoran los parajes donde estaban situados. Casi todos los vecinos del pueblo iban a moler por horas, cada molino atendía las necesidades de varios grupos familiares que acudían a unos molinos concretos. Todavía un molino que no llegó a funcionar por falta de caudal en el regato.

El barrio de Redoute se salvó parcialmente. Catalina Ferrero observa las casas, entre ellas la de sus padres que existe a la orilla del embalse aunque reformada. Las hermanas Herminda y Delfina Villar coinciden en que el embalse se llevó "lo mejor del pueblo" -el valle del Tera- y pagaron "poco por el que tenía un capital". Lo que más pagaron fueron "las paredes de piedra" constata Asunción Matellanes, a cuya familia le pagaron 70.000 pesetas de las de la época.

Florinda Domínguez narra que algunos vecinos llegaron a juicio "y les pagaron más, pero a los que no fueron a juicio que habían cobrado menos, luego les pagaron igual". "El agua cogió lo mejor" insiste. A Florinda Domínguez, además de las tierras, el pantano le engulló tres casas y pajares en Redute. Su edad le permite decir "en castellano, nos pagaron una mierda".

Severino Ferrero se emociona, "todo fue una ladroniza, fueron por las cocinas. Si algo dieron fue por las paredes de las fincas. Después de hacer un perjuicio así, nos hicieron un beneficio, que nos dejaron sin tierras para trabajar", dice él que ha sido el último labrador del pueblo, junto con su mujer Herminda, que salían por la mañana con una pareja de vacas cada uno y hasta la noche. Precisamente la única foto que hay en el pueblo anterior al año 65 es de este matrimonio en la calle con las tripas para la matanza extendidas.

La pérdida de tierras obligó a emigrar a muchas familias. Algunas no perdieron el arraigo y vuelven los veranos, otros volvieron de visitas ocasional y unas pocas familias no volvieron nunca más.