El encierro taurino de campo celebrado ayer en El Cubo del Vino, y organizado con motivo de las fiestas de Santo Domingo de Guzmán, ofreció el espectáculo soñado por los taurinos que valoran que los protagonistas estén a la altura y sean artífices de grandes emociones. Es lo que se vivió ayer en El Cubo, con dos novillos que saltaron a la pradera de La Vega inquietos y bravíos frente a unos caballistas que mantuvieron las formas y disfrutaron plenamente en sus compromisos con los astados, y frente a unos aficionados de a pie que resolvieron con eficacia las situaciones, valiéndose de sus piernas y habilidades.

Juan Pascual, de Guarrate, y que lleva tras de sí un largo historial de encierros corridos y observados, afirmó tras la vivencia de ayer que "no conozco ningún encierro tan extraordinario". Calificó a los toros de "buenísimos", y destacó la fuerza que mantuvieron los animales durante su estancia sobre el terreno. Para mejor regusto, el encierro no estuvo marcado por la masificación en ninguno de los aspectos. Dos toros, una treintena de caballistas y unos centenares de aficionados que dieron vida a un festejo taurino de resultados excelentes.

Prácticamente desde el primer momento reinaron las emociones. Sobre las 10.00 horas fue soltado del camión el primer novillo y rápidamente mostró sus cualidades arremetiendo contra las merinas y, al instante, persiguiendo a los caballistas a los que no se rindió por nada del mundo. "Iba a buscar a todo lo que había: a los caballistas y a los de a pie" expresa Pascual.

De los reales del novillo fueron testigos los aficionados que eligieron como resguardo las alpacas colocadas en el centro de la pradera, y sobre los que mantuvo el novillo un cerco y un acoso que a más de uno le metió el miedo en el cuerpo. Cada uno buscó la seguridad "como pudo", al decir de Juan Pascual. También el segundo novillo saltó a la escena hambriento de retos y deseoso de hacer historia. Nada le dejaba indiferente y a todo acometía. Sus primeras correrías sirvieron para dejar claro que no había puesto las patas en la pradera para mirar al tendido.

Fue un encierro que obligó a los caballistas a estar atentos y bien sentados sobre sus monturas, y que colmó a los jóvenes recortadores de satisfacciones porque tuvieron ocasión de ejercitarse con valentía, haciendo uso de paraguas y de sus propias cualidades. Hubo intervalos o pausas exigidas por la recuperación, pero la veta de los novillos de la ganadería de los Hermanos Cañero, de Tarazona, revelaron unas condiciones admirables. A la vista de unos y de otros quedó la imagen de un novillo que saltó como un olímpico el cauce del regato, ayer seco, para ajustar cuentas con un joven que le citaba desde la distancia. Hubo emociones, tensiones y episodios cargados de valor y coraje en muchos momentos del encierro. "Encima no abrían la boca los animales" expresa Pascual, sorprendido de las atléticas condiciones que mostraron los astados. Agotado el tiempo, uno de los novillos fuer cargado al camión tras enmaromarlo, pero el otro aún tuvo arrestos para confrontarse con un coche del que quedó conmocionado. En estas condiciones, al ponerse de pie todavía luchaba por ganar la partida. En un buen cuchillo hasta el mango corta, señal Juan Pascual, que asegura que el encierro de dejó "ilusionados a todo el mundo".