Un peregrino dejó escrita en el libro de visitas del santuario de La Tuiza la siguiente oración: "Virgencita que cada día estás en mi mente, no hace falta que te escriba aquí todo lo que necesito de ti, pero sé que estás haciendo y lo seguirás haciendo todo lo que en tu mano puedas ayudarme. Gracias, nunca te olvidaré".

En la festividad de la Virgen de las Nieves el templo acogió ayer la oración colectiva de los devotos de la patrona de la Alta Sanabria, en el transcurso de la misa concelebrada, en un día señalado de fiesta con la participación de los vecinos y, especialmente, de los veraneantes que estos días descansan en los pueblos del municipio, y que, como el peregrino, no se olvidan de la patrona. Los peregrinos que ayer seguían su camino, en bici o a pie, también hicieron un alto en el bullicio de la romería, inmortalizando con sus móviles un festejo especial en su camino de peregrinación.

Un cinco de agosto se rememora la Virgen Blanca y el milagro de la nieve que cayó en la ciudad de Roma, como recordó el padre Jorge Flórez Pérez , quién celebró la coincidencia de que la Alta Sanabria y la ciudad de León festejen la Virgen de las Nieves, bajo las advocaciones de la Virgen de la Tuiza, en Lubián, y la Virgen Blanca, en León. El padre Flórez animó a buscar a Jesús, no por el interés "por algo más que el pan de cada día" en unos tiempos difíciles por la crisis, en los que "la Iglesia no abandona a nadie, una Iglesia que siempre ha estado mojada en el agua rescatando a los necesitados". Dedicó unas palabras a los jóvenes atados a sus móviles, que cada vez prescinden más de comunicarse y de hablar.

Los fieles a la patrona de las Nieves procesionaron alrededor del templo, esta vez al finalizar la misa, en un recorrido que se hace muy corto en metros pero de largo recorrido en emociones. El momento de mayor recogimiento se vivió en el templo de regreso cuando, una a una, cada persona procedió a besar la medalla de la virgen.

Y tras la devoción, la otra obligación, la de recoger la ración de pulpo en la explanada del santuario, una escena que inmortalizó una pareja de peregrinos extranjeros alojados en el albergue, que regresaron al alojamiento tras los actos religioso de la mañana. Con ritmo andariego como santa Teresa, cuyo recuerdo evocó el rector del santuario el primero de mayo en el año del quinto centenario de una de las primeras doctoras de la Iglesia.