La villa de Fermoselle entra en una atmósfera festiva que se prolongará durante todo el mes de agosto, con especial énfasis en la segunda quincena del mes de agosto con motivo de la celebración de San Agustín, que aglutina los actos más sobresalientes y multitudinarios.

La instalación del llamativo coso de madera en la Plaza Mayor es el signo más visible de que la capital de Arribes abandona la rutina y se prepara para vivir acontecimientos emocionantes. Con ser un puzzle de piezas y elementos vetustos y marcados por los golpes asestados durante décadas, la plaza de madera resalta como una composición artística que causa "admiración" por cuando que preside la escena en el punto clave de una villa que es conjunto histórico-artístico.

José Fernández "Tarabilla", como es habitual, lleva la riendas del montaje de una arquitectura que exige un orden y un concierto para ensamblar en su sitio los centenares de elementos, entre los que destacan los postes, las formas, los traveseros, los tablones y dos piezas que llevan nombre propio porque son capitales: "el abuelo" y "el cañizo", ambos de madera de encina porque se les exige la máxima garantía en su función.

Pero hacen falta, además, decenas de tirafondos, tornillos y puntas, más herramientas como martillos y zuelas para incrustar o ajustar estos clavos de forma que el viejo pero recompuesto diseño quede firme. Ha de acoger a miles de espectadores que, en algunos momentos, vibrarán de pasión o llevados los episodios taurinos. El orden viene dado desde que se optó por enumerar los elementos. Un completo acierto.

El ensamblaje de la plaza de madera fermosellana es una operación realizada de cara al público, con avizores o seguidores instalados en las bancadas pétreas del llamando "Mentirote", que no pierden ripio de las hechuras. Y con eventuales espectadores que también observan la marcha de la reconstrucción con algún que otro comentario de ánimo o jocoso porque para todo da la implantación de un coso que "es una joya", en expresión del regidor, Alejandro Fermoselle Berdión.

El alcalde de Fermoselle señala que, bajo las directrices de José Fernández, trabajan siete u ocho personas empleadas del Ayuntamiento, más una persona contratada y algunos colaboradores. Más de una docena de personas llevan adelante un trabajo meritorio que está a punto de rematarse o prácticamente rematado, tras montar los chiqueros que albergarán los astados bravos que son verdaderos protagonistas de este coso. Al alcalde explica que el montaje "es supervisado por un arquitecto porque se toman todas las medidas de seguridad".

"Fermoselle huele a madera", dice Alejandro Fermoselle, que alude a la importancia arquitectónica de esta plaza, "que causa admiración a cuantos visitan la villa y llama la atención de los turistas".

El hombre y sus manos

La instalación sale adelante sin grandes medios mecánicos y prácticamente es el hombre y su habilidad con las manos quien va poco a poco acoplando piezas. Son colocadas sobre el pavimento de la Plaza Mayor después de recogerlas en una nave cercana, donde se guardan de un año para otro con verdadero tino porque, de lo contrario, resultaría imposible almacenar semejante patrimonio maderos y entablados. De la plaza van a su destino en el gran armazón, donde los especialistas las colocan con la maestría dada por la experiencia.

La cuadrilla de carpinteros tiene sus momentos de descanso, que aprovechan para tomar el tentempié en los bares de la zona.

Es una infraestructura que eleva el atractivo de la villa de Fermoselle en todos los sentidos: por su gran utilidad y porque se convierte en un monumento añadido de contemplación en un pueblo que aspira a convertir el turismo en una fuente de progreso y desarrollo.

Los fermosellanos hallan en el típico coso el puesto ideal para seguir en primera línea el desarrollo de los encierros taurinos, las actuaciones folclóricas que tanto animan el mes festivo, el pregón y, en horas de tranquilidad, el asiento predilecto para reposar y conversar con los amigos. Es el escenario para los aplausos y para las reconvenciones si vienen al caso.

El cosmopolitismo fermosellano halla su exposición en estas gradas, con gentes venidas de todas las partes del mundo que dan fe de la identidad de origen y de su procedencia.

Esta fotográfica plaza ha sido testigo de tragedias taurinas, de momentos apoteósicos en el recorte de novillos bravos, de entretenimientos memorables e incluso de vivas reivindicaciones. Si sus maderas hablaran no habría mejor cronista en todo el último siglo. En estos momentos están colocadas en su sitio para seguir haciendo historia viva. Durante un mes, la plaza de maderá aparecerá ante los turistas como una obra de arte popular que admite tocarse.