Aliste, Tábara y Alba es una comarca singular, allí donde se cruzan las fronteras sobre montes de urces floridas de serranía y agua cristalina de la frondosa ribera del río Manzanas. tierra de marras y rayas, testigo fiel de alegrías y sinsabores, idas y venidas buscando el manto protector de las Siete Hermanas cuando lo humano se tambalea. Paraíso terrenal con la sierra de la Culebra, alma de la biodiversidad con los ganados y pastores sedentarios y trashumantes recorriendo sus campos, cañadas, cordeles y veredas.

Alistanos, tabareses y albarinos, buenas y acogedoras gentes, han cultivado su historia, sabios ellos, sabiendo que quien con tempero siembra y labra la convivencia y la hermandad recogerá la cosecha de la solidaridad, preciado fruto ese que, haya calma o tempestad, supone tener siempre a mano un vecino, un paisano y amigo dispuesto a arrimar el hombro cuando la calma da paso a la tempestad y la tormenta de la necesidad amenaza con los truenos de la impotencia y los rayos del corporal cansancio.

La vida nos ha enseñado con hechos, a veces convertidos en desgracias, que si en una pareja de vacas, cada una tira para su lado, el carro acaba "trastornado". Nosotros, preguntamos por la salud y esperamos a recibir la respuesta, sea buena o mala, con el hombro dispuesto a compartir el dolor y penurias del prójimo. El bien común no es sino esa dorada parva de bondades que juntas o separadas, como el trigo y la paja, saciarán el hambre y la sed de cuerpo, alma y corazón del necesitado, que no solo de pan vive en hombre. Nuestros abuelos y abuelas, padres y madres, son una Biblia, la nuestra, donde aprender los valores y bondades de esta amada tierra para salvaguardar su grandezas sociales, culturales y humanas. Nada para saber a dónde vamos como ser conscientes de dónde venimos. Saber lo que somos, lo que tenemos y necesitamos nos hará libres, felices y grandes. Todos somos deudores del lugar donde nacimos.