La ola de calor ha puesto punto final a la campaña de recogida micológica de primavera, que prácticamente se ha alargado hasta la última semana del mes de junio en la comarca de Sanabria.

Las dos especies comestibles que han dominado el grueso de la recolección han sido Boletus edulis y Cantharellus cibarius, esta última más conocida como chantarela o rebozuelo, y algún brote menos abundante de Boletus reticulatus.

Las altas temperaturas, que rondan los 35 grados, afectan a la humedad y la calidad del producto y ya se ha por terminada una temporada prolífica.

Cientos de kilos se ha exportado durante estas fechas a los mercados del País Vasco, procedentes de algunas de las subcomarcas sanabresas. El mayorista que recoge estos días la producción señala que los únicos puntos de España que han suministrado esta semana chantarela a los mercados son "Lugo y Sanabria y algunas áreas en países del este de Europa". Cada segundo día toda la mercancía que se adquiere a los recolectores locales se envía al norte, de gran tradición culinaria en setas.

Los recolectores por su parte, salen a diario de paseo y a buscar en los parajes donde las setas proliferan, secretos familiares en algunos casos de algún valle de la Requejada. Unas de las recolectoras, que guarda el anonimato, apunta que las setas que se recogen en Sanabria son muy apreciadas fuera del territorio.

Relata sorprendida cómo en un viaje a Estados Unidos se encontró en un supermercado, "allí todo es a lo grande", un bandeja de cucurriles congelados (Macrolepiota procera) con su sombrero abierto. No hacía más que mirar para ellos y no tuvo ninguna duda a la hora de comunicar a su acompañante "esas setas se dan en mi pueblo". No es tiempo ahora de buscar cucurriles. Para esta mujer el mejor libro de setas que ha leído es de Manuel Toharia, director del Museo de Las Ciencias de Valencia y "el hombre del tiempo". En su obra sí figura el cucurril con alto valor gastronómico. El problema de su comercialización es que se deteriora con rapidez lo que impide, por ahora, su transporte a los mercados.

La interlocutora se sorprende de la oscilación de precios. Las cantidades que perciben los proveedores locales es irrisoria "cuando ves una bandeja con un puñado que no pesará más de 150 gramos". Relata, además, que algunos paisanos exploran las sierras de Madrid para recoger boletus y venderlos directamente a los restaurantes que pagan mejor cuando el producto es de buena calidad.

La seta es apetitosa "pero cuando no la tienes que recoger", dice convencida la recolectora, que cuando ve muchas setas parece que se le quitan las ganas de comerlas.