Primeros de marzo, día desapacible, frío y revuelto. Cámara en mano dos amigos, empedernidos amantes de la naturaleza, se aprestan a la fascinante tarea de encontrar a los habitantes de aquellos inescrutables roquedos, en un paraje de la Sierra de la Cabrera zamorana. José Barrueso y Poli escudriñan cada rincón, revisan peñas y laderas. Todo era más fácil; "estaban a nuestro lado, a escasos 80 metros, en una peña más baja que la nuestra, mirándonos, los extraños éramos nosotros".

Lo describe y escribe con admirable sencillez José Barrueso, un profesor zamorano que generosamente traslada al mundo su combinada pasión por el mundo natural y la fotografía a través del blog (depaseoporlanaturaleza). Y ha sido así, con su relato y sus imágenes, como se puede comprobar el perfecto asentamiento y adaptación de la cabra montés en la Sierra de la Cabrera desde la reintroducción de la especie hace nueve años.

Los trece ejemplares inicialmente soltados en enero de 2006 en un territorio que ya conoció a estos animales salvajes pretendían reactivar la actividad cinegética con una especie atractiva para la caza mayor. Hoy, nueve años después, "hay varios grupos extendidos a lo largo de la sierra" expresa José Barrueso.

Uno de ellos, hábilmente camuflado entre los peñascos, ha sido inmortalizado por el objetivo de este aficionado a quien no deja de asombrar la madre naturaleza. Era un momento propicio, cuando las cabras montesas todavía están agrupadas; machos, hembras y crías juntos.

"Aunque la época de celo ya ha terminado, siguen un tiempo más hasta que se separan. Y han bajado de las altas cumbres a las zonas medias y escarpadas de los valles" cuenta el autor de este sorprendente reportaje fotográfico. "Nos miraban atentas. Expectantes. En cuanto hiciéramos un movimiento en falso se irían".

A tan privilegiados testigos de ese momento les dio tiempo de disfrutar con la presencia de las cabras, "con su pelaje de invierno como una suave y amorosa borra que dan ganas de acariciar". Y observar los imposibles equilibrios de estos animales "por las estrechas cornisas en las que se doblaban como si formaran parte de la roca; lugares en los que malamente cabían sus patas y además estaban inclinados" describe Barrueso en una nueva entrada de su blog depaseoporlanaturaleza, donde muestra "curiosidades de los habitantes de la naturaleza", sobre todo en Zamora (aunque también en otros territorios) "donde poseemos una enorme biodiversidad".

El reto no era fácil. "Estos animales son muy miméticos con su entorno y a veces resulta muy complicado localizarlos; en este caso fue fundamental ir con un amigo que controlaba el sitio" cuenta. Y hubo suerte. El grupo inmortalizado por José Barrueso estaba formado por 21 ejemplares guiados por una hembra vieja, la única con crotal en ambas orejas. "Era de las que soltaron en su momento, una hembra que tenía entre 12 y 14 años aproximadamente".

Los animales se han reproducido a lo largo de este tiempo, la familia ha ido aumentado y la Sierra de la Cabrera vuelve a tener entre su fauna a uno de las especies que años atrás poblaron este territorio escarpado, de valles cortados y profundos que encuentra alturas por encima de los 1.300 metros. Un hábitat ideal para la cabra montesa.

Pese a la paz que transmiten estas imágenes de las cabras de nuevo en el monte, la reintroducción de la especie en la comarca de Sanabria -en enero de 2006-, no estuvo exenta de polémica. Recibió una contundente contestación de las organizaciones agrarias temerosas de los fines lucrativos del proyecto cinegético y el riesgo de enfermedades que pudieran afectar a la ganadería. La suelta de los primeros ejemplares en el coto de Doney se completó con reintroducciones posteriores, no solo de cabra montés, también de rebeco. Esta última especie procedente de Cantabria y las cabras llegaron de montes de Riaño, la Sierra de Gredos y las Batuecas.

El proyecto cinegético no contemplaba la caza de ejemplares "hasta pasados de 7 a 10 años, si bien se podrían eliminar algunos para ir mejorando la raza".

Documenta Barrueso que la cabra montesa desapareció de la provincia "en el primer tercio del siglo XX, al igual que el oso, el rebeco y un poco más tarde el lince". Según diversas investigaciones, tanto la cabra hispánica como el oso pudieron habitar el territorio de La Cabrera hasta 1920. Todo ello en base a testimonios de habitantes de Vega del Castillo.

Casi un siglo después la especie campa de nuevo por la sierra, como lo demuestra el objetivo y el testimonio de un apasionado naturalista.