Una nebulosa mañana recibió al Zangarrón de Sanzoles. Los privilegiados que contemplaron la primera función vivieron un momento de cuento, con el "brujo" abriendo paso entre la niebla, haciendo camino entre esas las dos luces que confluyen al amanecer.

Todo había empezado antes, en la más negra oscuridad, a las siete de la mañana, cuando José Javier Hernández (presidente de la Asociación de Amigos del Zangarrón) comenzaba a vestir a Jaime Salvador, el joven que este año ha encarnado al personaje. Cuentan los "sabios" de esta fiesta que el de ayer fue uno de los mejores zangarrones de los últimos años.

De algo le sirvió al chaval el exigente entrenamiento de 14 kilómetros diarios durante los últimos dos meses. Jaime Salvador corrió mucho, pegó palos y mantuvo limpias las filas como manda la tradición. Y el pueblo agradeció su buen hacer porque sudó el traje e hizo disfrutar a los sanzoleños y forasteros reunidos un año más en torno a una tradición que se ha ganado la declaración de Fiesta de Interés Regional. "Es un buen Zangarrón porque movía mucho las cintas de la careta" se oyó decir a un veterano.

Con los cencerros y la careta bien ajustados, y las sopas calentitas en el estómago, el Zangarrón salió desde el bar de Los Espinos hasta las Cuatro Calles junto a los quintos que bailaban mientras el diablillo pegaba sonoras sacudidas. La empresa no era fácil para ninguno pues el suelo resbaladizo obligaba a hacer equilibrios imposibles, hasta que el propio Zangarrón y algunos de los corredores besaron el suelo, por fortuna sin consecuencias.

Tras la misa llegó la procesión de San Esteban con el Baile del Niño en torno al santo. Entre las novedades más llamativas, un danzante que ni ha nacido ni está enraizado en Sanzoles. Junior Antonio, natural de la República Dominicana aunque ahora vecino del pueblo, siguió el paso como uno más de los once jóvenes que acompañan a un Zangarrón este año sobrado de fuerzas.

No fue la única novedad. Junto a la recuperación de las vísperas, el día anterior, por primera vez el párroco, Manuel San Miguel Salvador, protagonizó un acto de recuerdo a los difuntos y todos los sanzoleños que año a año han velado por mantener la mascarada de invierno, aunque secularmente no fuera del agrado de las autoridades eclesiásticas. Y también el sacerdote se sumó a la "comida del mutis" que celebran los quintos al término de la fiesta.