Después de las incursiones en la novela, poesía y el relato, Alain Martín Molina, originario de Olmo de la Guareña por parte de padre, se adentra en el terreno de la investigación de la mano de "La Guareña zamorana: los pueblos y sus gentes", una reflexión sobre la comarca y los protagonistas de su cultura tradicional.

-¿Cómo nace este proyecto que le ha llevado a indagar en la tierra de su padre?

-En el año 2011 terminé Antropología y el trabajo de fin de carrera quedó ahí aparcado, lo mandé a la editorial Semuret y no supe nada hasta que a principios de este año se puso en contacto conmigo Juan Manuel Rodríguez Iglesias, el coordinador de la colección de la Biblioteca de Cultura Tradicional Zamorana, y lo fuimos perfilando.

-Estudia La Guareña, una comarca en la que los investigadores no han incidido demasiado ¿a qué cree que se debe?

-Son pueblos pequeños, muy despoblados. Por ejemplo, Olmo ahora mismo tiene 21 habitantes, el más pequeño de toda la comarca y el único sin ayuntamiento propio. Y además la provincia tiene zonas con más relevancia turística o cultural como Sayago, Sanabria? La Guareña es una de las zonas más abandonadas.

-Pero con su historia y su acervo cultural.

-Claro, pueblos como Fuentesaúco, La Bóveda o Villabuena tienen un tamaño importante y una tradición, sin embargo no había mucho escrito.

-Una de las fuentes para escribir este libro ha sido el trabajo de campo, ¿qué le ha aportado?

-Aunque tiene una base bibliográfica, porque hay que saber lo que se ha escrito del tema, es una labor sobre todo de campo, un trabajo etnográfico en el que se trataba de hablar sobre las personas. Se habla también de ganadería o agricultura, pero se habla sobre todo de tradiciones, la transmisión oral, historias, formas de entender la familia... Eso al final te lo va contando la gente o lo vas viendo. Yo he visto en mi niñez cosas que con los años he ido perfilando académicamente y entendiendo.

-Trabaja con la perspectiva de tres generaciones, la suya propia, la de sus padres y la de sus abuelos.

-Sí porque si queremos estudiar un poco la cultura de la zona de La Guareña nos encontramos con que tiende a desaparecer debido al éxodo rural. Para rescatar esa cultura tenemos que irnos a la generación, no ya de mis padres sino de mis abuelos. Los nacidos en los años 20 que tuvieron la madurez en los 50 y que en el libro los llamo los abuelos de los años 80. Ahí es donde he podido trabajar mayormente porque los hijos de muchos de esos ya nacieron en ciudades más grandes. Cerca, en Salamanca, en Valladolid; o lejos, en Asturias o el País Vasco, donde hubo mucha emigración.

-Fenómeno que ha ido despoblando el mundo rural.

-De hecho hay un capítulo que se titula "La generación perdida", que son los nacidos en los 50. Porque así como la generación de mis abuelos sí son gente nacida y criada en el pueblo, la de mis padres en parte ya son nacidos en el lugar de origen de la emigración. Y luego hablo del retorno en mi generación, la de los nietos, que dio vida a los pueblos en verano y en cierto modo fue una manera de volver.

-Pero hablamos de un retorno vacacional que no consolida población, ¿cómo ve el futuro de estos pueblos?

-Abocado a la desaparición, no hay más que darse un paseo por algunos de ellos. La Guareña es un buen ejemplo de un censo de habitantes bajísimo con una media de edad por encima de los 70. No hay un recambio generacional y eso conduce a la desaparición.

-¿Cree que de alguna manera esto es evitable, que se puede variar la tendencia?

-Tal vez el turismo rural, tal vez un retorno al campo para los jóvenes que no encuentran trabajo en la ciudad, donde se les cierran sus oportunidades laborales.

-Porque hay sustrato, la agricultura y la ganadería de las que siempre han vivido estos pueblos. ¿Por qué no hay un relevo en las nuevas generaciones?

-El campo no gusta a las nuevas generaciones y además ha cambiado el modelo. La mayoría del campo antes estaba explotado por pequeños propietarios o minifundistas y ahora son grandes corporaciones con una explotación de producción masiva, muy mecanizada, tierras en subarriendos... Cuatro personas son capaces de cultivar un montón de hectáreas y ya no se requiere que estén en el campo mucho tiempo y menos residiendo en las localidades.

-Pero ahí están Fuentesaúco, Villabuena, Villamor, Fuentelapeña... Pueblos que todavía mantienen un nivel de actividad.

-Sí, de hecho son las excepciones pero la gran mayoría no pasan de 350 habitantes. Muchos en torno a los 100-150, lo que provoca el cierre de escuelas y la supresión de servicios. El que quiera estudiar a ciertos pueblos, de aquí a 20 años no va a tener ocasión de hacerlo probablemente.

-Sitúa en el libro al río Guareña como hilo conductor, ¿qué supone para esta comarca?

-Desde los orígenes de los tiempos las poblaciones se han situado en las orillas de los ríos por motivos lógicos de abastecimiento y no se pueden entender ciertas ciudades y ciertos pueblos sin la presencia del río. En este caso el Guareña ha sido el hilo conductor que me ha llevado a narrar la historia de los pueblos de una forma más lineal, geográfica, entendiendo el río desde que entra por la provincia de Zamora en Olmo y Vallesa hasta que desemboca a seis kilómetros al sur de Toro y pasa por algunos de los pueblos que conforman la mancomunidad.

-En el último capítulo describe el recorrido por la ribera de un río que ya no es lo que era...

-Desde luego, cuento una anécdota que puede darnos una idea. Y es que en el Guareña, a su paso por Olmo mi padre me contó que aprendió a nadar y ahora a mi el agua me llega por los tobillos. Es un río que en su momento tuvo gran relevancia y sin embargo ahora desaparece en muchos casos, hay problemas importantes de saneamiento; por eso cuando hay fuertes lluvias provoca riadas.

-La toponimia, el significado de los nombres, es también objeto de análisis, ¿por qué es importante?

-Es importante para entender los orígenes de ciertas cosas. Me centro en el río Guareña, el origen de la palabra y algunos de los pueblos. Llama la atención por ejemplo el de Cañizal porque lo relaciono con el sayagués y una de sus características morfosintácticas es que el plural de la vegetación en vez de acabar en "ar" como en castellano, el sayagués lo transforma en "al". De tal forma que lo que sería un cañizar en castellano lo transforma en un cañizal, que es un lugar que tiene cañas. O Vadillo; un vadillo es un vado pequeño es por donde se vadea el río y si vas a Vadillo ves que efectivamente es la zona propicia para vadear el Guareña.

-En el terreno histórico destaca la Marcha Paralela de 1812 mientras pasa de puntillas por la Guerra Civil.

-Hago una pequeña mención de un enfrentamiento en la Guerra Civil española en 1937 en la zona de Vallesa, donde hubo una especie de toma de posicionamientos en ciertos tesos elevados de la zona. Pero es verdad que me centro en la Marcha Paralela, que me llamó la atención por la grandeza que el hecho histórico tuvo en sí mismo. Hablar de cien mil personas, 50.000 soldados de cada uno de los bandos, por un río pues es impactante. Hay narraciones de la época que sorprenden, con pueblos muy pequeños en donde ven a cincuenta mil soldados pasando, arrasando con provisiones y víveres. Estuvo bien que en 2012 se conmemorara el bicentenario porque es el hecho más destacable de la Guareña zamorana.

-¿Qué ha pretendido con este libro?

-Primero ser capaz de llevar a la práctica un trabajo de campo en un momento que es complicado, ha sido gratificante volver a la libreta y el bolígrafo. Y que sirva para nuevos estudios e investigaciones sobre la comarca de La Guareña el día de mañana.