Fue un obús impulsado por diesel. Salió como un relámpago junto al camino y a los 20 metros redujo a tercera, como diciendo: aquí estoy yo, a ver si tenéis cojones. Los galgos de Guzmán y Juan Tomás pronto hicieron hilo y la terna, afilada y barcina, se echó el prado sobre los riñones. Pareció por un instante que los perros robaban metros a la rabona. "Otra que cae", se oyó en el corazón de la cuadrilla, ahora apiñada y expectante. "No hay huevos", respondió una voz "laína", clara como la mañana y las miradas se prendieron en el barbecho recostado sobre una loma encabezada por una isleta de pinos despeinados.

El día, sonriente a primera hora y revirado después cuando apareció la brisa gallega, de las que atraviesan chaqueta y pecho a la vez, aparece pintado en rojo desde hace años en el calendario de los galgueros de Guarrate. Es fiesta cinegética. La jornada en la que se caza la reserva para activar las liebres, moverlas con el afán de evitar que se acomoden, un gesto contra la consanguinidad, una celebración también, que no es fácil en estos tiempos de penurias correr quince liebres en cuatro horas.

La rabona, vaya patas - "la cabrona está jugando con los perros"-, buscó otra vez la comodidad del camino y ahí sí que no hubo batalla. Los galgos, heridos por el guijo en las almohadillas de las patas, buscaron la blandura de la cuneta y ahí se acabó la carrera. La cuerda se partió en el Pinar de la Cuesta Gorda. La liebre se disipó en el horizonte y los perros, corridos y agotados, trastabardearon un momento y volvieron grupas hacia la cuadrilla, que volvió a respirar: "Vaya carrera, más de cinco minutos, ha sido de récord". Y las opiniones se atropellaron sin que hubiera unanimidad. Uno sentenció: "La liebre parida y la galga salida". Y otro replicó: "Pues esa ha tenido una buena camada, vaya temperamento, a ver quien le mete mano, esa estaba resabiada, te lo digo yo, resabiada...".

Los galgueros manearon la Cañada Primera, muy cerca del casco urbano. Probaron quince colleras que corrieron otras tantas liebres. El suelo fresco, los barbechos babeantes con las tajadas de la vertedera aun tiernas, humeantes por el frío espolvoreado de la mañana. Paseo sin cuartel, ora barro germinador, ora sembrado de cereales, ora rastrojo muerto y apelmazado. La colcha de colza, aún imberbe, sirve para limpiar las botas y esconder rabonas que se sujetan entre las hojas lanceadas de la oleaginosa.

Galgo y liebre, tal para cual. No hay extremos que más se necesiten. Estos dos animales han evolucionado al mismo tiempo. Han extendido sus patas, sus riñones, sus corazones, todo a la par. Esta si que es una simbiosis natural que no ha podido romper ni el hombre. Sin galgos no habría liebres. Y viceversa. Enemigos íntimos que se necesitan para vivir. Para evitar enfermedades que habrían acabado con ellos en soledad.

El coto de Guarrate es uno de los mejor gestionados de la provincia. Que airee tantas piezas no es casualidad. Es consecuencia del trabajo de años, de décadas. De cuidar las especies durante las cuatro estaciones, de denunciar a los desalmados, de reglamentar las jornadas cinegéticas..., y cumplir los reglamentos.

Sus gestores han conseguido limar la filosofía de muchos de sus socios. Ya no se sale al campo con la única intención de matar. Se busca el disfrute y la comandita, fundirse con la naturaleza. Como ocurrió en la mañana del sábado. Chascarrillos y cuitas se van desgranando en sordina durante las manos - "shssss..., más suave, leches, que no estamos en el baile"-, se habla de todo en los descansos, de los humano y lo divino. Y en el almuerzo se abre la espita de la juerga. ¡Una solana donde pasa, a lo bestia, la vida del pueblo, el famoseo y el politiqueo, que todo vale!

En la jornada también hubo un momento para la emoción. Fue cuando se improvisó un homenaje póstumo a Juan Riesco, uno de los fundadores del coto, que se fue en verano a cazar a otros cuarteles. El año pasado el bomenaje estuvo dedicado a Marcelino Riesco. Cazadores de corazón, que hicieron de la cinegética una actividad transcendente, social, como lo fue antaño.

La liebre de la carrera de los cinco minutos. Ahí quedará en la pequeña historia que los aficionados van conformando con detalles y apuntes de cada temporada. Cada uno tiene su librillo en la memoria y entre todos se escribe la enciclopedia global, la de un ámbito rural que está tocado de ala.