Llegó el día de San Saturnino, verdadero patrón de Pamplona, a quien san Fermín le quitó en un quite santero y taurino el patronazgo, para marcar a hierro candente en peculiar bautismo de fuego las reses de la ganadería de Santa María de los Caballeros, una explotación a la vera del arroyo Tariego en el valle de La Guareña, el viejo río que rinde pleitesía al Duero en la comarca zamorana de Fuentelapeña, entregada a la tradición torera como pocas.

Y, como desde hace unos años, tras el vaciado y saneamiento agropecuario de las instalaciones, sus propietarios nos honran con su llamada e invitación para asistir en persona a esta fiesta singular para acristianar, Dios me perdone, los becerros bravos.

Con gusto acudimos a la llamada de LuisMa García Fernández, Juan Carlos Encinas y Carlos Gutiérrez, la terna ganadera que lleva el hierro y la explotación de Santa María de los Caballeros, porque siempre es bien acogida la visita a la tierra del ilustre prócer zamorano Claudio Moyano Samaniego. La mañana de noviembre con cierta neblina y celaje que enturbia la claridad del cielo, que sin embargo no se disipa y gracias a un ligero viento destemplado y húmedo, deja caer la lluvia durante buena parte de la mañana.

Accedemos al garigolo de la ganadería donde un nutrido grupo de personas inquietas, alegres, joviales y animosas componen la rebujiña. Alguno de sus elementos ayudarán en la operación ganadera, otros fisgan y todos se entretienen con el herradero.

Por allí anda la veterinaria Rosa Ana Galán a quien ya hemos visto en otras ocasiones, encargada de tomar las muestras de sangre de todos los becerros, dentro de la extracción del Plan de selección y de mejora que ahora hay vigente; Ana Belén Sánchez, madrina de todos los animales que componen la saca de hoy quien anota, tras el grito que le lanzan desde arriba: "¡Va hembra!; ¡va macho!" en la hoja relación. En su cometido la ayuda Lucía Pulido.

El primer ejemplar un lustroso añojo de nombre "leonés", marcado con el número 79 y 9552 de crotal berrea en el cajón, inmovilizado mientras le colocan los hierros de la ganadería, el guarismo "4" (pues todos han nacido en el año ganadero de 2014) y la señal de la asociación ganadera a la que pertenecen. Juan Carlos Verdugo y su hijo Carlos se afanan, uno a colocar el hierro y el otro a practicarle la muesca en la oreja derecha, mientras le aplican el alivio del aerosol cicatrizante y desparasitarle y vacunarle contra el carbunclo. El animal se mueve inquieto dentro del cajón, berrea y el aire se llena de un olor acre a pelos chamuscados.

Varios jóvenes como Rocío, la hija de los ganaderos, y sus amigos Elisenda, Nacho y la almeriense Gema presencian la faena ganadera y tras poco tiempo se sientan a la lumbre del garigolo, mientras las pavesas suben chimenea arriba y troncos de encina arden calentando la estancia y haciendo agradable la conversación.

Tanto que tengo que decirles que están muy bien ahí acogidos a sagrado, viendo y oyendo el crepitar de las llamas y, para más inri, explicarles en qué consistía el derecho de sagrado para que conocieran su significado. Por fuera Marcos e Iker, los hijos de Carlos Verdugo, no pierden detalle de cuanto sucede en su finca ganadera. Luis Cebrián, el ganadero de la Mudarra también contempla la faena, junto a José el mayoral de La Campana, con los venidos de Fuentesaúco y un ramillete amplio de vecinos de Fuentelapeña.

También Luis Miguel Ballesteros, el empresario taurino zamorano, que lucha por la fiesta en tantos pueblos de la zona, habiendo alcanzado un prestigio merecido, ayuda al menester del marcado del hierro ganadero, labor que hacía otros años, LuisMa García Fernández, hoy más dedicado a papeles y apuntes teóricos que a prácticos usos y costumbres de otro tiempo.

En total hoy se han herrado 42 animales, de ellos 19 machos y 23 hembras, hijos de "guasón" el toro padre de la Campana y del actual semental "calesero" de Núñez del Cuvillo que se han repartido las cubriciones como buenos hermanos.

"Gallardo" y "monterito" son los dos becerros que ponen un poco de chispa en la mañana, al volverse al grupo de mirones y embestir a la primera línea, entre las risas de quienes se encontraban al otro lado de la manga de salida.

Acabado el trabajo de este bautismo de becerros que ya salen del mueco vacunados, relimpios, marcados, saneados y haciendo fú como el gato por aquello de buscar la salida al campo abierto, bajo un sotechado de la explotación ganadera se improvisan las mesas para servir abundante colación, viandas, chorizo, panceta, costillares, callos? En fin colesterol del bueno para entendernos, y todo ello regado con vino de la tierra en un brindis merecido por estos nuevos becerros que ojalá quiera Dios los veamos toreados por esas plazas de Dios dentro de unos años.

Alegría y esperanza

Y si ya no es tarde, sino bien cumplida la edad de los novillos zamoranos de Santa María de los Caballeros, que puedan lidiarse en Pamplona en la víspera de San Fermín por deseo explícito de la Casa de Misericordia.

Buen género y bravura entre las corraletas ha sido hoy el producto marcado a fuego en Fuentelapeña el día de San Saturnino, con lluvia pero con alegría y esperanza por conseguir un animal exigente, noble, de embestida franca y enrazada de variado pelaje: Colorados, negros, burracos han sido los pelos preponderantes. Ya solo queda que todos los veamos toreados.

Así se lo deseamos a sus propietarios.