Seis años sin coger ni una piña ni un piñón. Y otros tantos sin recolectar una cesta de níscalos porque su parcela es invadida sin respeto alguno a la propiedad privada por unos y otros. Es la situación que vive, o sufre, Fernanda Castaño Belver, natural de San Cebrián de Castro.

Cuenta con dos pinares, una de ellos en Fontanillas de Castro, que cuenta con unos 6.000 pinos, y no entiende cómo año tras año los amigos de lo ajeno ventilan toda producción y fruto de una pinareda de gran riqueza y de la que no logra obtener "ni una piña, ni un piñón ni nada".

Por su cabeza ha pasado incluso cortar el bosque de pinos, de veinte años de edad, y vender la madera. Poner punto final al pinar. Pero tampoco corren buenos tiempos porque el precio de la madera está bajo y no se sabe si bastará siquiera para sufragar los gastos que supone realizar una operación de esta naturaleza.

Castaño Belver destaca la importancia de contar con un pinar en un terreno desvegetado y resalta "los beneficios que supone este arbolado para la oxigenación de la atmósfera, para atraer la lluvia y para generar múltiples ventajas medioambientales".

La propietaria considera que la solución pasa "por una vigilancia más estricta, por la imposición de normas más fuertes que obliguen a devolver lo sustraído y a pagar multas elevadas". Hace referencia a que no es gente necesitada la que se dedica a apropiarse de los frutos, e insiste en que son personas "de la zona, algunas conocidas".

Sobre este particular señala que ella misma se ha tropezado en el interior de la finca con unas personas que cuando se les inquiere y pide justificaciones de lo que están haciendo se comportan "con toda la cachaza". Ha llegado incluso a encontrar "bolsas de jamones atacadas de piñas". Fernanda Castaño hace mención a los pasados tiempos en que, "salvo algunas excepciones, por lo general se respetaba y había una convivencia".

Asegura que el piñón "es uno de los frutos secos más valorados hoy día, que pueden llegar a pagar entre 50 y 60 euros el kilo. Es un producto exquisito". Pero Castaño Belver lleva más de un lustro sin aprovechamiento y sin obtener "rendimientos" de una plantación de pinos que fue puesta hace veinte años con todas las esperanzas. "Fue el primero de la zona".

Repara, además, en los costes que conlleva hacer una gestión forestal "de poda, limpieza y cuidados, así como de poner trampas para evitar la presencia o la propagación de la procesionaria".

No solo son los aficionados a las setas y los amantes de los piñones los que tienen en sus ojos la plantación de Castaño Belver, de hecho, también los cazadores invaden su propiedad "porque está llena de cartuchos". No obstante, para la titular del pinar "hay cosas más serias que matar un conejo o una liebre", en referencia al aprovechamiento de piñones y níscalos, que los hay "a tutiplén".

Este descogollamiento ajeno de frutos y de los productos micológicos afirma que ya lo ha puesto en conocimiento de los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza, y también de la guardería forestal. Pero, de momento, sin resultados efectivos.

Insiste en la necesidad de aplicar las normas con severidad para cortar estas apropiaciones. Incluso hace mención a casos -que le han comentado- donde alguno le han aplicado importantes multas, pero cuyas cuantías son muy inferiores a las ganancias obtenidas con la venta de lo sustraído, de forma que paga y santas pascuas.

Sus pinares son, además, un escenario agradecido por la fauna mayor, como ciervos y corzos, pero no es la caza ni los cazadores lo que aviva las quejas de la titular de la propiedad, sino el saqueo de los frutos propios del pino y del suelo.

También denuncia la invasión de sus parcelas. Un caso que llevó a los juzgados pero que fue resuelto en su contra.