En el año 1998 Majid Toufaoui se asentó con su familia en Fuentesaúco abriendo camino a otros compatriotas llamados por las posibilidades de trabajo que años atrás ofrecía la floreciente industria cárnica. En la actualidad la comunidad marroquí en la villa de La Guareña está formada por dieciocho familias, un centenar de personas, aproximadamente la mitad niños y adolescentes, perfectamente integradas en la comunidad saucana.

Integración que no está reñida con pérdida de identidad; al menos así lo desean y entienden estos ciudadanos. Si algo preocupa a la importante colonia marroquí es el riesgo de olvidar sus raíces, su cultura y su religión islámica.

Para evitar esa desafección y remediar la distancia que les separa de todo aquello que les vio nacer, estos ciudadanos constituyeron hace un año la Asociación Fraternidad e Igualdad Marroquí (AFIM). Al frente de ella, el compatriota más veterano en Fuentesaúco, Majid, y como secretario un más joven e inquieto Ahmed Boulaich, llegado al pueblo hace siete años y empeñado en conservar intacto su origen. Padre de dos hijos y empleado en uno de los mataderos de la localidad, Ahmed es el encargado de dar clases de árabe a los niños y también de enseñarles los preceptos del Corán.

Es ésta una de las actividades promovidas desde la Asociación Fraternidad e Igualdad Marroquí que cuenta con su propia sede en una modesta vivienda alquilada y se financia con las cuotas. "El futuro es nuestros hijos, muchos de ellos han nacido en España y saben el árabe porque lo hablamos en casa pero no conocen las costumbres de Marruecos porque van una vez al año, no saben apenas nada de nuestra religión islámica" explica Ahmed.

Un hueco que trata de cubrir la asociación AFIM, orientada a promover el conocimiento de las tradiciones y la lengua, y también servir como punto de encuentro. "Aquí (en la sede) nos reunimos, hablamos, tratamos los problemas si surge alguno, vemos los canales árabes en la televisión, los partidos de fútbol ... ". Reuniones que para Ahmed no están reñidas con el café en los bares del pueblo y el alterne con sus vecinos saucanos. "La convivencia es buena, nunca hemos tenido problemas, nos respetamos" cuenta el secretario de la asociación.

La sede cuenta también con una pequeña sala, acondicionada como mezquita, donde los musulmanes realizan sus rezos, las cinco oraciones diarias, descalzos, sobre las alfombras que cubren el suelo. Las cuestiones religiosas están autorizadas a través de la Comunidad Islámica de Fuentesaúco, ""bendecida" por el Centro Islámico en Madrid que autorizó la mezquita y permitió contar con un espacio sagrado del que hasta ahora carecían. ¿Dónde rezaban antes? "En nuestras casas; hay una mezquita en Salamanca pero nos cuesta ir y ahora podemos venir aquí" cuenta Ahmed, acompañado de Majid, Hakim y Hassan.

Es llamativa la ausencia de mujeres. "No está prohibido, pueden venir, la religión islámica dice que tienen los mismos derechos pero es que no es costumbre; ellas rezan en casa" trata de explicar Ahmed, consciente de que este tema suscita siempre recelos "en la cultura occidental.

Lo mismo ocurre con el terrorismo, erróneamente equiparado tantas veces al islamismo. "Esa gente que se dedica al terrorismo se ha criado sin saber lo que es el islam. El islam es una religión de paz" afirma categórico Ahmed. "No es una religión de armas ni guerras ni de hacer el terror en el mundo" insiste tras confesar que alguna vez ha tenido que oír alguna broma del tipo "¡a ver si preparáis alguna bomba!". "Nosotros queremos guiar a nuestros hijos en el camino recto, decirles que el islam prohibe matar a la gente, es que ni a los animales se puede matar. Por qué tienen que dañar la imagen del islam con el terrorismo; los que matan, esos de las barbas largas, lo siento pero no son musulmanes".

Las comunidades árabes saben de lo complicado que es sustraerse del estigma del terrorismo, por eso la insistencia en diferenciar y los esfuerzos por explicar que pueden ser ciudadanos tan ejemplares como el que más.

Estas familias marroquíes quieren que sus hijos perpetúen los principios de la religión islámica y la cultura. "Si no nos preocupamos ahora que son pequeños qué puede pasar. Se hacen mayores y al final no son musulmanes porque no saben qué es eso ni son tampoco cristianos, qué religión tienen que seguir" se pregunta Boulaich.

La condición de extranjero acarrea otros problemas, como los que están percibiendo últimamente "en Zamora" con la renovación de los permisos de residencia. "No pedimos que nos regalen nada, solo que apliquen la ley. Antes Zamora era uno de los mejores sitios para renovar las tarjetas pero ahora está fatal, ponen muchas trabas y hay gente que se va a Salamanca o Segovia". ¿Acaso por la crisis? "Puede ser, pero no es una excusa. Antes trabajábamos en los sitios que no quería nadie y ahora como no hay nada, qué pasa. Si hay una ley que se aplique. No pedimos más".