El primer encierro de 2014 en Fermoselle arrojó un balance de un herido por contusión craneal. Un corredor de unos 20 años de edad fue embestido por un cabestro que lo elevó en el aire. El joven salió despedido hasta estrellarse contra una pared a diez metros del lugar de la embestida, pero no presentaba ninguna herida por asta de toro.

El incidente se produjo en la parte baja del pueblo, a la entrada de la zona popularmente conocida como "el terradillo". Según testigos presenciales, el corredor parecía inconsciente después de sufrir el golpe contra la pared, pero había vuelto en sí cuando el personal sanitario lo introducía en la ambulancia. El herido fue trasladado al Complejo Asistencial de Zamora.

La mañana no auguraba un buen encierro. A las 11 en punto sonaba el chupinazo en los corrales de San Albín y tañía la campana torera en la plaza, pero pasaban los minutos y no se veía movimiento en las calles del casco urbano. Los seis bóvidos, tres bueyes y cuatro novillos de la ganadería de El Carmen, de Argujillo, se agolpaban al fondo de los toriles y se negaban a salir. Más de seis minutos costó conseguir que los astados atravesaran por fin la puerta del corral y emprendieran la carrera.

Sin embargo, una vez que la acción comenzó, la subida a la plaza no duró más de lo habitual, un sprint cuesta arriba de menos de cuatro minutos.

Durante la primera parte del recorrido, en la carretera a Zamora, un buey color azabache se puso en cabeza, bastante adelantado al resto de la manada, fue el mismo que al entrar en solitario en el terradillo embistió al mozo herido.

El incidente no restó a los demás corredores ganas de protagonizar elegantes carreras a lo San Fermín, o incluso animarse a amagar un capotazo. Al emprender la manada la subida a la Plaza, uno de los novillos también se adelantó e incluso llegó a sobrepasar al manso aventajado.

La carrera sucedió, como siempre, bajo la atenta mirada de miles de fermosellanos y aficionados de fuera, que se agolpaban en los balcones a lo largo de todo el recorrido, tras las merinas en las calles cerradas o en la Plaza Mayor, sobre las pintorescas gradas de madera y debajo de ellas, refugiados tras las talanqueras. No cabía un alfiler, lo cual prueba la resistencia de la estructura que cada verano adorna el sitio.

Los dos bóvidos adelantados entraban en la Plaza Mayor medio minuto antes que el resto de la manada. Tras dar varias vueltas al ruedo que conforman las maderas los bueyes y los novillos entraban en los corrales, para esperar a ver de nuevo la luz esa misma tarde, sobre la arena de la plaza de toros.

A continuación se soltaron dos vacas para que los aficionados que se quedaron con hambre de toros pudieran demostrar su destreza haciendo recortes y carreras. Entre ellos se encontraban dos recortadores profesionales llegados desde Peñafiel que se ganaron la admiración del público con su habilidad entre los pitones.

El próximo encierro se celebrará el lunes, también a las 11 de la mañana.