El dulce y musical canto de la alondra Dupont o ricotí (Chersophilus duponti) anuncia el amanecer antes de que el sol aparezca por el horizonte en los últimos rincones de la provincia en los que se refugia esta especie. Su melodía solo puede escucharse en un puñado de núcleos aislados como consecuencia del declive que sufre esta ave, de la que se estima que quedan menos de 70 parejas en territorio zamorano.

La destrucción de su hábitat es la principal causa del descenso de su población, como consecuencia de los cambios en las prácticas agrícolas y del gradual abandono la ganadería. "La alondra ricotí habita zonas de matorral bajo, en terrenos llanos y desnudos, que en la actualidad se han vuelto espesos y altos por la ausencia de ganadería o han sido objeto de repoblaciones forestales", explica José Alfredo Hernández, de la Asociación Zamorana de Ciencias Naturales.

La población zamorana es la más occidental de toda la península, donde su censo se reduce a cerca de 2.000 ejemplares. Dentro de la provincia, esta especie sólo se puede encontrar en algunas zonas de Los Arribes, sobre todo en las localidades de Almaraz, Villaseco y Pereruela, así como en algunos puntos de la sierra de la Culebra. Su distribución mundial se restringe a la península ibérica y al norte de África.

El descenso de ejemplares hace que la alondra ricotí sea considerada una especie amenazada e incluso en peligro de extinción en el Libro Rojo de Aves de España. Su observación resulta muy complicada, no sólo por su escasez, sino "porque vuela poco y acostumbra a moverse por el suelo", detalla Hernández. Por ello, su canto desempeña un rasgo distintivo indispensable para localizar a esta esquiva ave. Los machos reproductores son los encargados de entonar su característica melodía, que se intensifica precisamente ahora, durante la primavera. Entre los meses de marzo y mayo se prolonga el ciclo reproductor de esta especie, que comienza con el cortejo de las hembras. Una vez concluida esa fase, en la actualidad las aves ya han realizado la puesta de huevos y en la mayor parte de los casos ya se encuentran en periodo de incubación.

Las dificultades que presenta su observación la han convertido en una especie misteriosa en el medio rural, "donde los más mayores sí recuerdan haber escuchado su canto, pero nunca han llegado a verla", asegura el especialista. De hecho el nombre de ricotí procede de la onomatopeya popular empleada por los pastores en referencia a su peculiar canto. A pesar de ser una especie existente desde hace siglos, no ha sido hasta mediados del siglo XX cuando se empezaron a elaborar los primeros censos y se tuvo constancia de su nidificación en la península.

Respecto a la alondra común, aunque ambas pertenecen a la misma familia, la alondra ricotí presenta algunas diferencias. Su pico es más largo y curvado, adaptado a la captura de insectos en huecos y entre las piedras. En cuanto a su plumaje aunque comparten los mismos tonos pardos, se diferencian en el predominio grisáceo de la ricotí frente al color tierra de la común.

A la hora de instalar sus nidos, esta especie opta por ubicarlos en tierra, casi siempre al lado de una mata. El nido tiene forma de copa y para su confección, las aves emplean hierbas secas y otro tipo de restos. Las puestas de huevos se realizan entre los meses de abril a mayo y su número se sitúa entre los cuatro y cinco huevos. Son de color blanco crema, con motas y manchas pardo grisáceas. La incubación de prolonga entre 12 y 13 días y los pollos empiezan a volar pasados tan sólo once días. Su dieta se compone principalmente de insectos, como escarabajos, saltamontes, hormigas o arañas, así como de larvas y alguna semilla.

La provincia zamorana ofrece una oportunidad única para observar los últimos ejemplares de esta especie.