Brotes verdes?, y flores. La aparente martingala del PP cobra vida y se hace cuerpo. Al final resulta que va a ser verdad: la fuerza de la recuperación es tan potente que pasa lo que pasa: brotes y flores en otoño, lo nunca visto. Pues es cierto. En Sanzoles, sin ir más lejos, en pleno corazón de la Tierra del Vino, un peral (el de la foto) está floreciendo. En noviembre e iluminado, inmaculado con sombras amarillas, ¿quién lo diría? Los expertos en naturaleza se hacen cruces: «Es imposible, tiene que ser un truco, un fotomontaje...», espeta José Ignacio Regueras, biólogo zamorano con muchos conocimientos y otoños a sus espaldas. Pues no, aquí no hay trampantojo ni relicarios, es la purita verdad. Es un árbol pequeño, que dio frutos en septiembre y ahora, ya ven, nuevas -y relucientes- flores.

La segunda floración de los árboles frutales en estas tierras es insólita, imposible según las leyes biológicas. Pero, a veces ocurre, que la naturaleza rompe entre las peñas y grita sin que haya explicación lógica. Es el caso. José Ignacio Regueras no encuentra la línea recta para resolver el enigma: «No sé, desde luego no es normal, ¿cambio climático? No sé? (y como no ha visto el árbol en vivo, pues duda y duda), nunca había oído que en esta época hubiera flores en los frutales...».

Las altas temperaturas de noviembre, la abundancia de humedad por varios episodios de precipitaciones que han dejado más de cien litros por metro cuadrado en la comarca, el cambio climático, la tan cacareada recuperación del PP, el otoño caliente del PSOE, lo que sea, pero ahí está, el peral que luce como penacho etéreo un puñado de flores. ¿Qué anuncia? Siempre las flores han sido síntoma de alegría, de apertura, de cambio, por eso la florescencia ha sido bien recibida por la propietaria de la finca donde crece el peral, una parcela pegada al casco urbano, donde están plantados varios frutales más que, al menos de momento, no están floridos. A excepción, claro, de un níspero que, este sí, hace lo que toca y se viste de blanco todos los años a partir de este mes y se pasa todo el invierno florido, expuesto a los vaivenes del tiempo, que, casi todos los años, usa un cuchillo de escarcha para manchar el árbol y dejarlo sin frutos. No obstante, el aroma que deja compensa la decepción por la falta de frutos.

El peral que ha roto las leyes biológicas es aún joven, de poco más de cinco años y crece junto a un melocotonero. Es la primera vez que echa flores en otoño. ¿Quizás cuajen los frutos? Pero, ¿quien lo va a polinizar? No hay abejas ni insectos. Lo normal es que, en breve, las bajas temperaturas impongan su dictadura y se lo lleven todo por delante. El frío no se lo come el lobo, se dice por estas tierras. Y así es casi siempre.

Lástima que lo del peral sea solo una anécdota y que en eso se vaya a quedar. Lo mucho que ganaría esta tierra si todos los árboles dieran dos veces fruto, como las higueras. Otros, los mal pensados, argumentan que al peral de marras le va a pasar como a las promesas del PP, que se van a quedar en eso. Dios no lo quiera.