Dos meses ha tardado «Giorgino», el ejemplar de oso pardo que vivaquea en la sierra de Cabrera, en realizar una nueva incursión a uno de los colmenares del paraje de los Balgones, en el término de Muelas de los Caballeros. Entre la noche del lunes y el amanecer del martes, el plantígrado se alimentó de miel conseguida en diversos cuadros de la explotación de Isidro Bordel Lafuente, situada en Monte Velilla. El oso destruyó dos colmenas que elevan a medio centenar los paneles dañados por la especie a este pequeño productor. El último de los ataques contabilizados se registró el 26 de agosto, y el primero de esta secuencia de asaltos el 30 de mayo. El afectado acumula una decena de partes tramitados a consecuencia de las incursiones del oso, aunque por el momento ninguna administración le ha resarcido las pérdidas sufridas desde que el oso comenzó a alimentarse en sus explotaciones, en la pasada primavera.

La jornada del martes la pasó el apicultor carballés recogiendo material y reordenando el desaguisado de colmenas derribadas y saqueadas. Hacía un par de días que había revisado la explotación y no tenía previsto regresar hasta dentro de dos semanas porque las abejas han ralentizado su actividad recolectora y se disponen a pasar en sus nidos el rigor del invierno, aunque sea otoño. Una hibernación que también se supone que afronta el oso pero, por lo visto, cuando esté más metido el invierno y cuando su cuerpo esté en mejores condiciones nutritivas, que en parte son a costa de la miel del apicultor de Muelas de los Caballeros.

El omnívoro dejó marcas de lo que parecen las garras o los dientes, pero se las apañó para destripar una de las cajas y meter literalmente la zarpa hasta conseguir arrancar los trozos de cera y miel de los cuadros.

Isidro Bordel sospecha que a lo largo de estos dos meses el plantígrado se ha estado alimentando de la abundante cosecha de frutos silvestres que ofrece el bosque, principalmente a base de bayas, que en estos momentos ya se están prácticamente agotadas. Sus sospechas se fundamentan en el rastro de deposiciones dejadas por el campo y que aparecen cargadas de pequeñas semillas, aunque corresponden a otros animales como los zorros, pero que han aprovechado los panales derribados para completar su alimentación.

Isidro Bordel teme «que el oso no se vaya de la zona» y que vuelva a intercalar los ataques entre los colmenares de Balgones y Vega del Castillo, pueblo que sortea cruzando un robledal y la cresta de la montaña que separa ambos términos municipales, aunque el bosque y la zona de montes generen una masa continua y uniforme, y donde posiblemente busque resguardo. El colmenar es aparentemente una zona de tránsito, ya que los saqueos están registrados en las cuatro esquinas de la explotación sin tocar una larga hilera de colmenas emplazada a ambos lados del pasillo central. Con paciencia y para no alborotar a las pequeñas obreras de la colmena, el apicultor recoge los restos de los panales y recompone las cajas en previsión de que la comunidad se pueda salvar. Llevará además una reserva de comida para las abejas ya que el oso las ha dejado sin buena parte de su alimento. Mientras, el suelo regado de miel se puebla de abejas de otras colmenas que a falta de flores de brezo y melaza de roble pasan a robar la miel de los panales derribados. Isidro vigila que en los corros que forman las abejas no esté por un casual la reina.