Corrían los difíciles tiempos de la década de los 70 del pasado siglo XX, y más exactamente el año de 1973, cuando la ilusión desmesurada de un hijo de la villa quiso llevar a la práctica real la feliz idea surgida en su enorme corazón que albergaba desde tiempo ha. Mi siempre amigo Alfredo Marcos, en un primer escenario de tierras vascas, buscó entre paisanos y compatriotas el formar el germen de un reducido grupo que compartiera como él grandes dosis de entusiasmo, de buen humor y el mayor cariño hacia todo lo relacionado con la cuna común, que era el haber nacido en la villa de Fermoselle.

Muy pronto ganó discípulos, seguidores y creyentes de su predicación no sólo en el Gran Bilbao, sino también en el cinturón de poblaciones más próximas, donde tantos coterráneos se habían instalado. Mi dilecto y recordado Ramón Bernardo «Monchi» forma el primer dúo con el que sería en ciernes el presidente de la Gran Peña Fermosellana «El Pulijón», que rápidamente aumentaría de forma increíble con los muchos que se unieron en Basauri, que permite ya formar la junta gestora en calidad de socios fundadores.

Desde la villa, el señor cura párroco don Ángel Peláez, colabora eficientemente y... se inscriben los Caleros, Tocos, Rana, Seco, Regojo (así reza en el documento original), el recientemente fallecido y llorado Manuel Laguno, mi querido compañero Antonio Gavilanes (que sería el 2.º Presidente electo y que, curiosamente, ese mismo año, sería padre del que llegaría a ser el 3.º, actual mandatario, mi admirado Alberto.

Y desde siempre estuvo mi colega Emilio García, factótum inamovible, inquebrantable y cerebro gris de la Gran Peña, y los Panaderos, Boteros, Marín, Licesios, Regalaos, Berdión, Cebrián...

El Gobierno Civil de Bilbao, con fecha 22 de marzo de 1976 comunica a la referida Asociación que ha quedado inscrita con el n.º 656, ya partir de aquí inician una frenética y admirable actividad que no ha cesado con el paso de los años, ni con las adversidades contra las que han sabido luchar con tesón y fe ciega.

En más de una ocasión solicitaron mi opinión escrita, que también he plasmado en el diario provincial y otros medios radiofónicos de mis asiduas crónicas, y siempre fui sincero, y creo que acertado, en mis apreciaciones personales.

También reconocí y valoré en alto grado que «El Pulijón» ha sido sin duda alguna la Gran Peña de todos los tiempos, porque habéis llevado a cabo lo que sus fundadores proyectaron en su fundación, porque habéis sabido estar a lo largo de tan dilatado espacio contra viento y marea, porque aportasteis principalmente a las fiestas savia nueva en muchos casos, aceite suavizante en las diferencias de criterios con otros destacados y bien organizados grupos, experimentasteis la convivencia ejemplar con los distintos poderes políticos de turno, pues disteis transparencia a vuestras actuaciones con el azul cielo y el blanco inmaculado de los colores del uniforme que a toda costa mantenéis, colaborasteis con sobrado conocimiento de causa en la confección de los programas festivos, culturales y recreativos, pusisteis en escena los festivales hispanoportugueses de música tradicional y danza, respondisteis espléndidamente con clase, buenas maneras y un especial estilo con la presencia en todos los espectáculos, porque habéis dignificado con mucho esfuerzo y acertadas ideas el domicilio social que causa admiración y deleite a todos los visitantes, porque, supisteis mantener incólume y con la categoría y decoro preciso la inveterada antorcha de las fiestas que a lo largo de los tiempos se ha trasmitido de generación en generación hasta nosotros...

Una luminaria, alcandora, llama, hoguera portátil o chispeante luz nocturna que tenéis presente como alma y vida en vuestro anagrama, junto al tonel, cuba, barril, pipa o bocoy en el que se ennoblece el vino de buena madre, y todo ello aureolado por una diadema de racimos y de sarmientos ensortijados de vid.

Viejo cántaro escachado sobre un palitroque con tridente de sujeción, maceta desechada, pote retirado para cumplir misión más alta, puchero que ya no cuece pero que ilumina, panzuda olla sin manteca o embutido, vasija con pellejos que arden con susurros de «Coronela» y «Marandanga», vaso con odres viejos que perfuman el ambiento de las noches de agosto exhalando especial olor de antañonas épocas...

Deseo expresaros mi particular felicitación por esos 40 años de vida fructífera como asociación de tantos y tantos de mis paisanos y amigos, por vuestras originales iniciativas, sin duda alguna que dieron fuerza y vigor a unas fiestas en declive, porque supisteis llenar de alegría y regocijo a un pueblo que dormía en el letargo de la monotonía, que despertasteis a las gentes con el empuje imparable de vuestra contagiosa ilusión y porque siempre os guió el amor al pueblo que lleváis en lo más profundo.

Pero también quiero pediros que no desfallezcáis nunca, que en los momentos difíciles busquéis la mano franca del que quiera arrimar el hombro, remar a favor del viento de la colaboración y animar con la compañía de la palabra hasta arribar en puerto seguro.

Que lo celebréis de la mejor manera y compartiendo la consabida alegría.

Que suene con más fuerza que nunca la flauta y el tamboril, la caja y el bombo, platillos y castañuelas, charangas y charambitas, cantad hasta la afonía y que se oiga como nunca nuestra canción de identidad: «A las cinco se encierran los toros».

Plenamente justificado en tal fausto motivo me atrevo a solicitar, con el mayor de los respetos, que el Ayuntamiento Pleno de la villa tenga a bien conceder a la Gran Peña Fermosellana «El Pulijón» el reconocimiento oficial al que se han hecho acreedores por su extraordinaria y desinteresada labor y que así pueda colocar la distinción concedida (grabada en mármol o bronce) sobre la noble fachada de su Casa Consistorial de la siempre denominada «Plaza de los Toros», para que sirva de estímulo y contemplación de todos.

Personalmente quiero expresaros una vez más, aquí y ahora, el agradecimiento más sincero por haberme honrado con el Pulijón de Oro 2.009». Gracias a cuantos os acordasteis de mí para tan preciada condecoración, que sin duda alguna fue el peso de vuestro afecto y amistad el que inclinó la decisión a mi favor, dejando así fuera a otros candidatos que, con toda seguridad, superarían mis escasos merecimientos.

«El Pulijón de Oro» prestigia a la Peña dentro y fuera de Fermoselle, al homenajeado le proporciona el orgullo sano entre los suyos y la alegría consabida de saberse valorado en la comunidad de la que formó parte, en el lugar que vio la luz del mundo, donde hizo muchos amigos entre sus vecinos y paisanos, en los compañeros de la escuela de la Plaza o Santa Colomba, en los juegos de balón en el reducido campo de San Albín, en su pandilla de fiestas y juventud, entre los quintos de su reemplazo con los que no pudo cantar Los Reyes, con los componentes de la rondalla o de los grupos de bailes regionales representativos de la villa, entre los miembros de la comisión de festejos o entre los muchos alumnos que tuvo...

Este reconocimiento lo recordaré siempre y mi gratitud irá pareja al tiempo que Dios me conceda salud y clarividencia, luciré en el ojal de la solapa la satisfacción correspondiente, el oro brillante de este galardón, recompensa muy bien pagada a un trabajo o dedicación totalmente desinteresado de estudio, divulgación y defensa de mi querido Fermoselle.

Y os prometo que nunca os faltará mi estímulo y consideración, refrescaré mis labios con la riquísima limonada con la que siempre obsequiáis a los visitantes, probaré un puñado de entremozos tan bien sabrosados por vosotros, mi familia vivirá y compartirá conmigo esta efeméride, seguro que mis nietas Elisa y Teresa entonarán y deletrearán «La Coronela» llenas de la emoción de la que ya son capaces de vivir y compraré más lotería que en otras ocasiones, porque este año corresponde celebrar la cuarentena de años del nacimiento de la Gran Peña, pero también es la hora de que nos veamos agraciados por la suerte.

Es mi deseo haceros llegar en su momento una reproducción de los porteadores más populares que tuvo «El Pulijón», insuperable retrato de Manuel «El Choto» y Paquito «Marujo» que salió de las artísticas manos del recordado fermosellano de adopción Luis Colino Toledo, para que se exhiba y contemple a perpetuidad en vuestro domicilio social.

¡Mil felicidades y hasta dentro de diez años, que cumpliréis medio siglo de gloriosa historia!