«Ha saltado una chispa y en media hora se ha encendido toda la zona de Peña Redonda, ha empezado a subir hacia el pueblo y cuando hemos querido recordar lo teníamos ahí». Dicen los vecinos de Villardiegua de la Ribera que «ya sabemos lo que es el infierno» porque lo que pasadas las tres de la tarde se vivía en este pueblo del los Arribes del Duero era un auténtico drama. Dos lenguas de fuego arrasando todo lo que se encontraba a su paso; pacas de paja, animales, naves de ganado, viviendas... «Ha sido bestial», comentaba otra vecina a las puertas del pabellón de Bermillo de Sayago, donde se estableció el centro de operaciones para auxiliar a los vecinos evacuados de Villardigua de la Ribera, Villadepera o los que desearon salirse de Moralina.

Efectivos de Protección Civil, Cruz Roja, la Unidad Militar de Emergencias, Guardia Civil y una pléyade de voluntarios montaron el operativo para acoger a unas personas totalmente desoladas, muchas sin saber lo que habría ocurrido con sus propiedades y que escaparon literalmente de las llamas. Pero hubo quien se quedó en Villardiegua y también en Villadepera intentando defender lo suyo. Lo contaba un joven matrimonio que pasaba unos de veraneo en Villardiegua con los dos niños. «Mis padres se han quedado allí, pero yo no lo podían pensar. Cuando vimos el hidroavión soltar el agua en el pueblo hemos cogido el coche y nos hemos largado», relataba la joven en el comedor habilitado en el pabellón de Bermillo. «Los niños no se han enterado, los hemos metido en el coche y ya está». «En la vida he visto algo igual», expresaba una anciana mientras los voluntarios la ofrecían agua y todo lo que fuera necesario para hacer la estancia fuera de casa lo más agradable posible.

Iba a ser una noche larga en el pabellón de Bermillo, donde se habilitó un auténtico espacio de acogida con camas y comedor para los evacuados.

La tarde había sido interminable desde que el fuego saltó desde Portugal para convertir los Arribes sayagueses en un auténtico infierno. Empezó por Villardigua para continuar por Villadepera donde hacia las seis y media de la tarde tocaban las campanas alertando del fuego. De inmediato se reunieron todos los vecinos en la plaza en medio de una tensión absoluta porque el pueblo se vio rodeado por la parte sur. «Al principio hubo mucha confusión, primero decían que nos evacuarían, luego que no. El problema es que estábamos en una ratonera», contaba una persona desde Villadepera. Y es que el corte de la carretera por la obra del Puente Pino cerró una de las salidas del pueblo.

Mientras, las noticias que llegaban desde Villadepera y Villardiegua era desalantadoras para los vecinos de Moralina, temerosos de que las rachas de viento pudieran dirigir las llamas al pueblo. Por eso, al igual que en todos los sitios, los vecinos no se lo pensaron dos veces. Echaron mano de palas, mochilas, escobas, los tractores, todo valía para preparar los cortafuegos e intentar frenar el avance de las llamas por las zonas de la dehesa y los regatos. Hasta uno de los agentes medioambientales solicitó colaboración a los vecinos de Moralina para controlar el avance del fuego.

Mientras, la alcaldesa Isabel Luengo no se aparataba del teléfono. Entre las distintas llamadas, la del delegado de la Junta, Alberto Castro. «Queda una hora de luz» explicaba en un tono de desespero la regidora al responsable de la Junta. Y, mientras, la secretaria del Ayuntamiento hablaba con el alcalde de Villadepera intentando también echar una mano para buscar mangueras porque las que tenían se habían quemado. Fue un auténtico gesto de solidaridad, la gente ayudando en lo que podía. «Allí abajo andan todos dando palazos y escobazos», comentaba una persona mayor.

La indignación entre un grupo de vecinas de Villardiegua que se refugiaron en Moralina era latente. «Los medios han sido totalmente insuficientes, ha sido una desprotección total», contaba una joven entre lágrimas. «Se les llena la boca con el Parque Natural y cuando pasa una cosa de estas, qué, si no es por la gente del pueblo se nos quema todo. ¿Que se sepa!». «Es que según está el campo ahora, arde como gasolina» apuntaba una persona mayor mientras observaba una impresionante lengua de humo. «Como ahora no se labra nada, está todo para quemarse y ha pasado lo que ha pasado».

«Parece que ha pasado una bomba atómica» contaba otra vecina de Villardiegua desde el pabellón de Bermillo mientras otro chico de Pino intentaba localizar a su abuelo.

Con la entrada de la noche y la retirada de los medios aéreos crecía la incertidumbre. «Dicen que ya ha saltado a Carbajosa» según describía el mensaje recibido por una persona. «Pues entonces va a ser más gorda».

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