Con una salud y una lucidez envidiable, Socorro Sampedro Álvarez celebró ayer su centenario en su pueblo natal, Requejo de Sanabria, acompañada de sus familiares y amistades. Esta mujer que todavía mantiene un gran vigor nació un 8 de mayo de 1913 y desde bien pequeña trabajó «? no me gusta decirlo, arando con una yunta de vacas. Un sacrificio que solo lo sabe el que lo hace. Y más en este pueblo donde los hombres se iban a ganar una peseta al ferrocarril. Nosotras arábamos, hacíamos la leña que en este pueblo hace mucho frío en invierno, íbamos a cavar, a todo». De niña «desgraciadamente solo fui un día a la escuela. No había tiempo porque tenía que guardar los corderos y los cabritos». Una faena de niños y chavales que no impidió que aprendiera a leer y escribir «sola, porque como me gustaba tenía cuidado de aprender. De noche iba a la escuela, que la daba uno que sabía poco más que yo, pero algo más. Yo iba copiando y así lo fui siguiendo. Me arreglaba para aprender lo que podía». Pese a sus limitaciones visuales por cataratas, Socorro lee a menudo revistas y periódicos.

Se casó con 32 años y tuvo dos hijos, Gregorio y José Antonio. Su hijo mayor le acompañó desde niño a arar, cavar e ir a por leña. Las manos que mecían el arado y la cuna además «tenían que coser, lavar, preparar la ropita para los niños». Como anécdota, uno de sus sobrinos recuerda que le hacía las camisas de bebé con las ropas de los chicos más mayores. Para mantener la ropa limpia, cuando volvía de las faenas del campo «la ropa que había llevado por la mañana para ir a trabajar me la quitaba y la lavaba para que al día siguiente ya me la pudiera poner e ir siempre limpia». Y aunque era una vida dura «me gustaba hacer de todo: trabajar en el campo porque me crié en eso, corte y confección y hacer ganchillo y punto».

Esta mujer recuerda con agrado las fiestas como la de San Lorenzo, donde el principal entretenimiento de las jóvenes «era bailar la jota y el pasodoble, y aquí en Requejo se bailaba muy bien la jota sanabresa. Yo hacía los medios de bailarla bien, había unos que la bailaban muy bien y otros menos. Yo ponía interés pero, como no me veía, no sé si lo hacía bien o mal». No todo era baile «el día de San Lorenzo a veces iba con la pareja de vacas a hartarlas antes de ir a misa, luego echaba las vacas e iba un rato al baile».

Requejo ha cambiado mucho a los ojos de Socorro «cuando se hicieron los túneles había mucha gente en el pueblo, y mucha era de fuera. Las mujeres iban todas a trabajar al campo. En la guerra no se pasó mal porque teníamos patatas, cerdos y algo de centeno, y así nos íbamos defendiendo». Recuerda que a un hermano que trabajaba en el ferrocarril en León «lo metieron en la cárcel, decían que por ser rojo. A los obreros les tiraba la gente, los ricos, solo por ser obreros». A los trabajadores les obligaban a afiliarse a los sindicatos, en este caso por pertenecer a la CNT, «por eso estuvo preso, no por robar. La familia nuestra nunca robó a nadie». Su memoria es un prodigio. Socorro afirma «de aquí - señala a su cabeza con la mano- aunque tenga algún fallo me sigo dando cuenta».