Los vecinos de Requejo de Sanabria agasajaron ayer a la Virgen de Guadalupe en una jornada festiva y muy calurosa que trajo a la mente la brisa de la costa rianxeira, con la que la imagen mariana y el pueblo sanabrés comparten hermanamiento.

Un centenar largo de personas se congregaron pasadas las doce del mediodía en la iglesia parroquial de San Lorenzo donde se ofició una misa solemne y emotiva. La iglesia de San Lorenzo es la residencia temporal donde se deposita la imagen de Guadalupe desde la víspera de fiesta hasta que regresa de nuevo a la ermita, camino de vuelta que recorrió ayer después de la procesión.

El párroco, Samuel Pérez, recordó el hermanamiento con la Virgen de Guadalupe de Rianxo, y ensalzó en la homilía el don de la fe que «brota, crece y se fortalece porque tiene su origen en el encuentro con Jesucristo». Evocó que la festividad de Guadalupe «es una celebración querida y familiar, que nos hermana con Rianxo, en el nombre de María al que se llega por distintos caminos». Apeló a acercarse a las enseñanzas de los sucesores de San Pedro, en alusión a conocer la Encíclica del Papa Francisco I «que todo el mundo cita pero no la ha leído».

Uno de los momentos más emotivos se produjo dentro del templo cuando el solista de la charanga Tamega entonó un himno a la Virgen que sacó a flor de piel el sentimiento e hizo enmudecer a todo el mundo con «El abrazo de una madre y su querer», prueba de ello fue el aplauso espontáneo y las lágrimas que brotaron en los feligreses al finalizar.

Momentos después los hombres del pueblo se disponían a sacar en andas a la imagen a lo largo del pasillo del templo, para recibir el remplazo de las mujeres a la puerta de la iglesia, una mujeres que luego se turnarían para llevar la pequeña imagen arrimando los hombros a los cuatro palos. La salida de la procesión dejó muda hasta a las campanas del pueblo.

El coro parroquial acompañó con sus cantos la procesión, que pasada la una de la tarde comenzaba el largo recorrido hasta la plaza de la Fuente, donde se entonó la oración de La Salve y que marcaba el momento más sentido del año. Es una procesión que tiene su encanto por los ámbitos urbanos por donde discurre, partiendo del mismo cerro donde se asienta la iglesia.

Varios niños y adultos del pueblo agasajaron previamente a la imagen con una lluvia colorida de pétalos de rosas, entrega que recompensó el riguroso calor. Los portales de la plaza regalaron la sombra para aliviar las calenturientas temperaturas durante el rezo, antes de emprender camino de regreso, pero esta vez hacia el arco de flores colocado en el pequeño atrio de la ermita de Guadalupe, que ya esperaba el regreso de su principal imagen.

Los menos devotos buscaron la sombra en los bares y los más desafiantes aprovecharon el calor de la música de la charanga para agarrarse a un pasodoble, eso sí buscando la sombra de los edificios de la plaza. Y otra sombra buscada ayer fue la de los árboles de la ribera para el almuerzo vecinal en el entorno de la playa fluvial de Requejo. Ayer el termómetro coqueteó sobradamente con los 40 grados al sol y en día de fiesta. Este año es uno de los pocos en que no hubo afluencia de autoridades provinciales, como algún vecino puso de relieve, aunque se echó más en falta la presencia de compadres de Rianxo que desde hace más de una década tienen en Requejo, tierra adentro, a la hermana menor de la Virgen Rianxeira que tiene sombra bajo los tejos requexanos plantados a las orillas de la ría. Con todo, la población de Requejo celebró la festividad con altos niveles de entusiasmo.